Este verano, en los medios locales de izquierdas (casi todos), se ha caracterizado por poner mucho énfasis en el tema de la saturación, atribuyéndola en exclusiva al exceso de turistas (por cierto, nunca restan a los isleños que se salen a pasar sus vacaciones fuera). Por supuesto, las páginas de los diarios se han complementado con los típicos artículos de opinión de índole feminista, woke (ahora DEI, Diversidad, Equidad, Inclusión) o nacional-indigenista. Sin embargo, seguramente porque este verano comenzó con temperaturas muy suaves, el tema del temor al cambio climático parece que ha quedado bastante relegado.
Es curioso, porque muchos diarios y medios internacionales europeos están aconsejando, o incentivando, a dejar de viajar al sur mediterráneo. En parte por el ambiente anti-turístico, pero, sobre todo, por el miedo al cambio climático que mayoritariamente se sigue identificando con el calentamiento global. Han sido frecuentes titulares como “Comienza la transformación del turismo en Europa: veranos en el norte y primaveras en el sur”; “Viajar al norte en verano: consejo de expertos en salud”; “Veranos más atractivos en Escandinavia que en Mallorca”; “El turismo se ve amenazado por el calor extremo”; “El norte está de moda, las altas temperaturas cambian los hábitos turísticos”; “Crisis climática ¿El ocaso del turismo en el Mediterráneo?”; etc.
De hecho, hubo un tiempo aquí mismo, en Mallorca, en los que las playas se consideraban lugares inhóspitos, que se afirmaba que “la mar fa forat i tapa” o que lucir bronceado era propio de aquellos que no lo podían evitar. Así que esas tendencias pueden volver, y esta vez no sólo a nivel local o regional, sino global. Pues ahora la humanidad cuenta con potentísimos conglomerados comunicativos multimedia capaces de generar narrativas lo suficientemente convincentes y seductoras como para modificar hábitos y conductas.
Es cierto que todavía son abundantes las noticias sobre las celebridades que se acercan a nuestras islas en busca del descanso estival. También lo es que los precios de los inmuebles de primaria línea no paran de subir, a pesar de la supuesta amenaza de la elevación del nivel del mar y de la potencial desaparición de playas. Pero lo cierto es que ya estamos acostumbrados a ver cómo los medios (muchos de ellos propiedad de grandes fondos que, curiosamente, la izquierda no considera “buitres”) utilizan la técnica conocida como “Ventana de Overton”, es decir, introducir una idea o una ideología poco a poco, paso a paso.
Así, esos titulares, unidos al fomento de la turismofobia desde los medios citados, puede dar paso a estudios universitarios en el mismo sentido, difundidos por expertos revestidos de autoridad científica con credibilidad social. A continuación, quizás el próximo verano, podremos observar cómo cambian las costumbres de algunos influencers y líderes de opinión que deciden fotografiarse en Islandia u otros lugares de similar latitud.
Las ideas son poderosas y se forman como las tormentas a partir de pequeñísimas perturbaciones. Decía el gran Keynes que son más poderosas que los propios intereses económicos. La izquierda, que se quedó hace tiempo sin la lucha de clases marxista, lo sabe, así que abraza nuevas tendencias que le permitan, a modo de modernos predicadores, conducir al rebaño social. Hoy por hoy esas ideas se pueden resumir en temor extremo al cambio climático, wokismo (ahora DEI), feminismo e indigenismo o nacionalismo periférico, como elementos que justifican un mayor poder burocrático-gubernamental.
Hoy en día estos movimientos e ideas se identifican con el llamado Foro de Sao Paulo fundado al inicio de la década de los noventa del pasado siglo, sin embargo, en mi modesta opinión, provienen del fabianismo inglés, cien años anterior. Pues los fabianos, como buenos británicos, odiaban las revoluciones por lo que fueron los primeros socialistas que rechazaron los aspectos más duros del marxismo para abrazar la utilización masiva de la propaganda a través del control de los medios. “La guerra de los mundos”, la famosa narración radiofónica de Orson Welles que aterró millones de radioescuchas durante el Halloween de 1938, estuvo basada en la obra homónima de H.G. Wells, quién fue un fabiano convencido de las posibilidades de manipular las mentes de las masas.
La derecha, por su parte, más amante de la libertad individual y de la formación espontánea de las ideas, ni tiene intención, ni capacidad para organizarse al objeto de contrarrestar la influencia izquierdista. Lo cual, dicho sea de paso, sería muy difícil en un contexto en el que los debates carecen de matices.
Por todo ello, soy de la opinión que en los próximos veranos, el temor al cambio climático paradójicamente podría convertirse en un alivio para turismofóbicos, aunque quizás después en una preocupación para muchos isleños y no isleños. Estemos atentos.