En los últimos tiempos, activistas climáticos ejecutan acciones de protesta que traspasan nítidamente la línea que separa lo legal de lo delictivo. Se ha visto en no pocas ocasiones, cuando se han atacado obras de arte expuestas en museos.
Recientemente, la actuación del grupo 'Futuro Vegetal', llevada a cabo este martes en Ibiza, consistió en pintar el exterior de la mansión del futbolista Leo Messi. En anteriores ocasiones, activistas de ‘Futuro Vegetal’ arrojaron pintura sobre un jet privado en el aeropuerto de Ibiza y también contra un megayate en el puerto de Ibiza.
Estas actuaciones buscan llamar la atención sobre la crisis climática y la necesidad de llevar a cabo cambios drásticos para proteger el planeta. Sin embargo, estas controvertidas acciones levantan duras críticas pues, no parecen sujetas a la ética, al margen de vulnerar la Ley.
El ataque a la residencia de Messi incluyó lanzar pintura roja y negra contra la fachada y desplegar una pancarta con el mensaje "Help the Planet". Este tipo de actos, aunque impactantes y visualmente efectivos, plantean la cuestión de hasta qué punto es legítimo dañar la propiedad privada para promover una causa. De igual modo, la pintada del jet privado en el aeropuerto de Ibiza, organizada en colaboración con ‘Extinction Rebellion’, también buscó denunciar el uso excesivo de recursos y la contribución de los vuelos privados al cambio climático.
Los activistas de 'Futuro Vegetal' corren el riesgo de desviar la atención de su mensaje hacia sus métodos
El problema central radica en que, al cruzar la línea de la legalidad, los activistas de 'Futuro Vegetal' corren el riesgo de desviar la atención de su mensaje hacia sus métodos. La sociedad rechaza actos vandálicos que conllevan daños a la propiedad privada, lo que ofrece una percepción negativa hacia la organización y aleja a la ciudadanía de los objetivos perseguidos.
Como es natural, las autoridades responden contundentemente a estas acciones ilegales y, por tanto, ilegítimas. De ahí que se tilde a ‘Futuro Vegetal’ de organización criminal y los protagonistas de sus acciones se vean acusados de graves delitos de los que deberán responder ante los tribunales.
Aunque la desesperación por crear conciencia sobre la emergencia climática puede llevar a métodos extremos, es fundamental que las acciones de protesta no sacrifiquen la legalidad y la ética. De lo contrario, se corre el riesgo de perder la razón y la legitimidad, aspectos esenciales para cualquier movimiento social que aspire a generar un cambio real y duradero.
Las protestas deben hacerse conforme a la Ley y sin causar perjuicio innecesario a nadie. De otro modo, se pasa del activismo al delito.