Hay digestiones más pesadas que otras. Existen humanos capaces de ponerse a correr al rato de engullir una fabada, y otros que necesitan un día completo para reponerse de un atracón. Durante el proceso de asimilación de los alimentos el estómago trabaja a pleno rendimiento, y por eso necesita un flujo mayor de sangre. Pero la sangre que circula por nuestro organismo es la que es, y si un buen porcentaje de ella se concentra momentáneamente en un órgano vital, eso significa que comienza a escasear en otras partes, por ejemplo en las extremidades inferiores. Por eso cuesta tanto moverse después de meterte un chuletón de buey.
Al parecer algunos resultados electorales resultan tan lentos de deglutir como un buen cachopo asturiano. La sangre se acumula en el aparato digestivo de los partidos políticos, y como éstos no tienen piernas, es al cerebro de sus dirigentes donde no alcanza a llegar el riego sanguíneo. Sólo así se explican algunas reacciones y actitudes de personas a las que se supone un coeficiente intelectual dentro del promedio normal.
En Mayo de 2015 el PP de Balears sufrió un descalabro en la urnas de proporciones bíblicas. Tras alcanzar su mejor resultado histórico en 2011, cuatro años después loa populares obtuvieron quince diputados menos y perdieron el poder en todas las instituciones y en los municipios más importantes de Mallorca. Al día siguiente Jose Ramón Bauzá anunció su dimisión justo después de balbucear tímidamente esta frase: “Algo hemos hecho mal”. Es cierto que también le dio tiempo a sacar pecho por algunas de sus políticas más erráticas, y que casi tuvieron que entrar los GEOS en la sede de su partido para arrancarlo del sillón de presidente. Pero consiguieron echarlo, y a partir de ahí el PP inició su travesía del desierto, analizando los motivos de aquel fracaso y tratando de corregirlos en su discurso. Tardaron ocho años en volver a gobernar.
En cuanto a la pérdida de poder institucional, el ostión electoral que se llevó el PSIB de Armengol hace un año es comparable al del PP de Bauzá. En términos absolutos de votos, los socialistas pudieron maquillar su debacle porque recogieron gran parte de los escombros de Unidas Podemos, convertida casi en fuerza extraparlamentaria. Pero el resultado práctico fue el mismo: todos a la oposición. ¿Todos? No, porque la máxima responsable del hundimiento de la izquierda balear fue ascendida a tercera autoridad del Estado, dejando como administrador de la finca en ruinas a su principal colaborador en la operación previa de demolición del Govern progresista, Iago Negueruela.
Ya digo que las digestiones pesadas llevan su tiempo, y hay que ser comprensivos con el ardor de estómago y la modorra veraniega. Así interpreté yo la asistencia en septiembre de 2023 de Iago Negueruela y Catalina Cladera, recién desalojados de sus despachos oficiales, a una manifestación en favor del tren de Llevant que conmemoraba la primera que se convocó 25 años atrás. Fueron increpados educadamente por algunos asistentes con un argumento incontestable: “Después de dos legislaturas seguidas gobernando sin haber movido un dedo por el tren, ¿qué coño pintáis aquí?”.
Pero una cosa es ser comprensivo con esos primeros eruptos, o con el inicial atontamiento provocado por el coscorrón electoral, y otra distinta que pasados doce meses pretendas tomar por idiota a la ciudadanía, o confíes en una amnesia total colectiva. Esto último es lo que plantea Negueruela cuando se pone el frente de las protestas contra la masificación turística, y culpa de la actual situación a los que llevan un año gobernando, sin haber hecho una mínima autocrítica sobre lo que él hizo como miembro del Govern, y aún más, sobre lo que no hizo. Lluis Apesteguía, el líder de MES que ni siquiera fue conseller, ha sido más honesto reconociendo la inacción de los suyos a la hora de encarar un problema que se gestó durante años.
No digo que sea fácil asimilar que “la niña Prohens” -en repetida expresión de un veterano ex-columnista- fuera capaz de mandar a la oposición a Armengol, considerada por gran parte del periodismo local como la reencarnación mediterránea de Indira Ghandi. Pero más le valdría a su virrey Negueruela tomarse este agosto unos buenos chupitos digestivos, cargados de humildad, que le permitan encarar en septiembre el nuevo curso político con menos demagogia y agresividad verbal, y más respeto al adversario y reflexión sobre los motivos del fracaso de su gestión. Como canción del verano podría escuchar “De niña a mujer”, de Julio Iglesias. Sería una buena terapia para iniciar el camino de vuelta al Consolat.