Mallorca dispone de un transporte público manifiestamente mejorable y de unas infraestructuras viarias obsoletas e inadaptadas a la realidad y a las necesidades de la población y de los turistas que nos visitan. Con el paso del tiempo, especialmente en los últimos años bajo el Govern del Pacte, presidido por Francina Armengol, esta realidad no ha hecho más que empeorar.
El desastre ha abocado a la ciudadanía a echar mano del transporte privado; y a los turistas, a los coches de alquiler para resolver sus demandas de movilidad. Y esto no ha hecho más que agravar la situación en nuestras carreteras, hasta que la saturación se ha hecho crónica y permanente; lo que ha hecho aflorar el descontento y la frustración de los ciudadanos.
La presidenta de la Federación Empresarial Hotelera de Mallorca, María Frontera, en el marco del I Congrés de Turisme de la Societat Civil, puso el acento en esta cuestión, criticando el escaso e ineficiente servicio de autobuses, trenes y taxis. “Necesitamos facilitar más frecuencias y más líneas para que haya menos coches por el mundo”, mencionó la líder de la patronal hotelera. Y añadió: “Es increíble que no haya protestas masivas por el desastre de movilidad que tenemos”.
"Dejar de promocionar Mallorca como destino turístico no es la solución, como pretende el Consell. Lo que urge es acometer lo que no se hizo durante los últimos ocho años para lograr una modernización profunda de la movilidad de la isla"
Si en Mallorca hay casi un vehículo por habitante, no es por capricho de los mallorquines ni de quienes residen en la isla, ciudadanos acomodados y perezosos. En absoluto. Si la situación es la que es, se debe a que durante lustros, el transporte público no ha sido una solución; a menudo ni siquiera una opción realista. Las carencias en el transporte público son flagrantes. La frecuencia y cobertura de las rutas de autobuses son insuficientes, especialmente en zonas rurales y durante las noches. El sistema ferroviario es limitado y no cubre de manera eficiente las necesidades de los residentes ni de los turistas. Es la falta de opciones viables lo que fuerza a muchos residentes a recurrir al coche, exacerbando la congestión viaria, máxime cuando la ampliación de la red de carreteras sigue paralizada.
Por eso tampoco conviene confundir a los ciudadanos. Dejar de promocionar Mallorca como destino turístico no es la solución, como pretende el Consell –el presidente Llorenç Galmés ha anunciado que reducirá un 70 por ciento la presencia en ferias turísticas–. Lo que urge es acometer lo que no se hizo durante los últimos ocho años. Es crucial impulsar una modernización profunda de la movilidad de Mallorca mediante la mejora del transporte público con inversiones, mayores frecuencias y cambios normativos que racionalicen el servicio de taxi.
Se trata de que tanto turistas como residentes puedan moverse con fluidez, sin ponerles trabas ni a unos ni a otros.