¡Sorpresa! Vuelven a coincidir los extremos en el mismo relato populista y simplista: el Rey malo, es el enemigo y yo estoy aquí como solución. Eso sí, no coinciden en las causas, pero eso qué importa. La misma semana en la que el ‘chiquilicuatre político’, recién elegido eurodiputado por ‘Se Acabó La Fiesta’ ha lanzado duras críticas contra el Rey Felipe VI y ha cuestionado para qué sirve debido a su rúbrica de la Amnistía; Podemos volvía a salir a las calles, cuando se cumplen diez años de su reinado, a cuestionar la monarquía y a clamar su abolición. Su líder, Ione Belarra, ha llegado a manifestar que “No tendremos democracia plena hasta que no seamos una república”. Ahora resulta que, para los que venían a asaltar las instituciones y los cielos, ni Noruega, ni Suecia, ni Reino Unido, ni Países Bajos, ni Bélgica, ni Luxemburgo, ni España, ni Japón; entre otros, son democracias. ¿Hasta dónde vamos a llegar en estos tiempos de pseudointelectualidad, de aborregamiento y de dictadura del pensamiento único?
Les voy a contar algo. Nunca he sido muy monárquica. Hasta aquí ninguna gran relevación para alguien que, como yo, se ha declarado muchas veces ferviente admiradora de los valores de la República de Francia. Sin embargo, de un tiempo a esta parte vengo pensando que es la institución del Estado más sólida que nos queda. Y se me antoja cada día más intocable en los tiempos que nos ha tocado vivir con los que quieren liquidar nuestras instituciones, colonizar las Administraciones, asaltar la división de poderes y atropellan constantemente la igualdad entre españoles y nuestros derechos y libertades.
Cada cierto tiempo en España parece necesario recordar que la monarquía parlamentaria es la forma política de nuestro Estado porque así lo quisieron los españoles al votar nuestra Constitución. Si bien es cierto, que la monarquía debe seguir ganándose a los españoles mediante el fiel, leal y transparente ejercicio de sus funciones, apegado siempre a las realidades sociales de cada tiempo.
No considero que en el momento actual el debate más importante sea el de monarquía versus república como forma más apropiada de definir la arquitectura institucional de nuestro país. El problema de España hoy día no es la Monarquía sino el populismo y el nacionalismo.
La monarquía parlamentaria, con Felipe VI al frente, funciona. Ha defendido con firmeza nuestra democracia, dentro y fuera de España, acreditando así, su categoría, su solvencia y su respeto a todos los ciudadanos. Y tengo más expectativas aún puestas en la princesa Leonor como futura reina y Jefa del Estado español.
Y yo lo tengo muy claro, si un día la Monarquía no sirve a los intereses de España, se deberá abrir el debate. Por supuesto que sí. Pero hoy Felipe VI no es el problema. Me atrevería a decir, que hpy es pieza clave en la estabilidad institucional.
Incluso algunos parece que le quieren conceder más competencias pidiéndole que interceda en temas políticos. Sin embargo, el Rey no está para hacer política, no ejerce poder político alguno.
Y también les digo, probablemente en un modelo en el que la monarquía hiciera política, yo no estaría de acuerdo. Y estaremos todos de acuerdo en que la Constitución Española, es la garante de la división de poderes, la soberanía del pueblo español, de los principios de libertad, igualdad, solidaridad y justicia como valores supremos. La Constitución es garante del pluralismo político y del carácter social, democrático y aconfesional de nuestro Estado de Derecho.
Hay que reformar la Constitución, Sí, pero para garantizar que España sea una nación de ciudadanos libres e iguales y creo firmemente que hay actualizarla para reforzar la unión, libertad e igualdad entre todos los españoles frente a los retos del siglo XXI. Así como para incluir más regeneración democrática y política. Pero no reformar la Constitución para contentar a los nacionalistas o encajar sus pretensiones a las que ha cedido el Partido Socialista con su Nación de Naciones. La actualización de nuestra Constitución debe ser fruto del consenso para mejorar nuestro proyecto común, no la excusa para contentar a los que quieren romper España ni generar más desigualdades entre españoles”.
Sin embargo, hay que ser consciente de que actualmente no existe mayoría suficiente ni hay el consenso necesario para emprender estas reformas en este sentido.
Lo que de verdad urge ahora es desmontar el falso discurso victimista y de odio de ambos extremos. No puede ser que sigan deslegitimando la democracia y las instituciones democráticas de nuestro país. Cuentan ya con demasiados cómplices. Ahora ambos extremos populistas tienen en el punto de mira al Rey. ¿Qué será lo próximo?