Las elecciones europeas no van ni de Sánchez ni de Feijóo. No van de Begoña Gómez o Ayuso. Estas elecciones europeas van de futuro, de progreso, de seguridad, de unión, de empleo, de innovación, de proteger nuestro medio ambiente, nuestras fronteras, de competitividad para nuestras empresas, dee inmigración, de nuestros autónomos y de nuestros agricultores, de avanzar en una política de defensa común. Y no, estas elecciones europeas no van de Sánchez o Feijóo. Ni de construir muros. Ni de volver a las dicotomías para enfrentar a los españoles como hace Sánchez.
El Partido Popular ha planteado estos comicios al Parlamento Europeo como un plebiscito a la gestión de Sánchez, como ya hicieron en las autonómicas del año pasado. Y el PSOE ha vuelto a plantear esta cita electoral como un plebiscito a la Internacional Ultra Derecha en el que Sánchez se presenta como ‘El salvador’. Un déjà vu desolador.
Una oportunidad perdida para hablar de nuestro proyecto común, de los modelos de Europa que defenderán durante los próximos cinco años en las instituciones europeas. Y ya sabéis que suelo mirar de reojo a Francia, con envidia y admiración. Y puedo deciros que el partido de Macron ha recorrido durante meses cada rincón del país galo hablando de Europa, escuchando a los ciudadanos y explicando, en los programas televisivos que dedican a diario al debate político, la necesidad de más y mejor Europa en un momento vital para nuestro proyecto común que se ve amenazado por los populismos y nacionalismos que promulgan la extrema derecha y la extrema izquierda. Por cierto, no les sorprenderá si les digo que en muchas ocasiones, en el Parlamento Europeo, los dos extremos votan lo mismo. Ninguna sorpresa, ¿verdad?. Ambos rezuman el mismo antieuropeísmo.
A muchos, por no decir a casi todos, se les ha olvidado que la política es una responsabilidad muy seria que debe dedicarse a solucionar problemas de la gente y reducir las brechas sociales, no a ampliarlas. Llevamos demasiados años sufriendo las consecuencias de la frivolidad, la inmediatez y el discurso vacío. Una sociedad cortoplacista, líquida, volátil y anestesiada política y mediáticamente. Una sociedad cada vez más dividida por intencionadas dicotomías buscando rédito electoral.
Como dijo Charles de Gaulle, gran defensor de una Europa unida y libre, “He llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”.