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Soy viejo y antiguo. Ya me puedo morir

domingo 02 de junio de 2024, 04:00h

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Llevo un año escuchando que ya soy viejo. He cumplido los 65, y esta sociedad considera que me he de jubilar, retirarme de la vida activa y social y apuntarme a un club de la tercera edad, para dedicar mi tiempo libre a jugar al bingo, bailar pasodobles e ir de excursión a comer paella o fideuá. Pues no me da la gana. Es verdad que soy mayor, desde la visión de un joven de 35 años. Pero no soy viejo. Se es viejo, cuando uno se quiere retirar, cuando ya ni le hace ilusión ni ganas seguir desarrollando su profesión. Se es viejo, cuando uno se cree que lo sabe todo, y que ya nadie le va a enseñar nada. ¡Qué equivocados están muchos que se sienten viejos! Si se fijan en los tres pilares de la sociedad europea: los empresarios, los ejércitos y las iglesias, los tres ensalzan a sus componentes que tienen más experiencia. Cuando superan los 60, es cuando valen más que lo que saben, ya que su experiencia es lo que permite a sus empresas seguir liderando sus mercados. Ejemplo, los March, Fluxá, Barceló, o los generales que llegan a asumir el cargo después de 40 años de profesión. O los obispos, que hoy en día, llegan a ser ilustrísimas después de más de 30 años de servir a la iglesia. O la historia de cualquier empresario, docente, magistrado, letrado, médico, arquitecto o fontanero, carpintero, electricista, mecánico, taxista… Las personas son más personas cuantas más experiencias atesoran. Yo no soy viejo, pero sí reconozco que soy antiguo. Lo soy porque me educaron en la libertad, la democracia, el respeto, el esfuerzo, la entrega a un ideal y el servicio a mi comunidad. Valores que no son reconocidos por algunos políticos que consideran que, solo los jóvenes, deben ocupar los cargos de confianza. Lo dicen porque saben que un mayor ya no se cree casi nada, y ya no le pueden vender la burra. Por eso, toda la izquierda europea tiene su filosofía basada en la libertad absoluta sin responsabilidades, en la fiesta, el multisexo, las drogas y la insolencia. Pero no todos los jóvenes de hoy son así. Al menos un grupo que conocí este viernes pasado me ha devuelto las ganas de creer en la humanidad y en la juventud. Fue la entrega de los premios anuales del Rotary Club Mallorca. En esta edición, un grupo de jóvenes recibió este reconocimiento por su labor de acompañamiento y ayuda a personas de la tercera edad. Son jóvenes de 16 y 17 años. Estudian 4º de ESO y Primero y Segundo de Bachillerato. Son de distintos colegios de Palma, y de la parroquia de Santa Teresita. Son 80 voluntarios, que se reparten cada tarde, incluso los fines de semana, para acompañar a los “viejos”. Han sido esos mayores los que han presentado la candidatura al premio, para agradecerles su dedicación, compañía y cariño. Lo que algunos de esos mayores no reciben de su propia familia. Pero así es la vida. Unos son jóvenes y viven su vida y otros son solidarios de verdad. Al hablar con ellos, explican que se sienten importantes, válidos y necesarios para mejorar la calidad de vida de los mayores. Y no cobran ni en dinero ni en especies por su labor. Junto a estos jóvenes hay otros jóvenes que ya han cumplido los 60 y que, también, forman parte del equipo de voluntarios que asisten a estos mayores. Gracias por devolverme a mi tiempo. Ya no me siento ni viejo ni mayor. Muchas gracias.

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