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Mallorca no se vende

Por Fernando Navarro
viernes 31 de mayo de 2024, 08:35h

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Mallorca no se vende. Así lo afirmaban los que ocuparon las calles el pasado fin de semana para protestar contra la masificación y el excesivo precio de la vivienda. La planificación de la manifestación ha sido exhaustiva, y por eso han tardado 8 años en convocarla. Además ya se sabe que en cuanto llega la derecha se pone a masificar y a subir los precios de las casas. Pero aparte de la derecha ¿a quién iba dirigida exactamente la consigna? ¿Quién está vendiendo Mallorca? Un par de manifestantes nos dieron una pista. Ella iba disfrazada de turista y llevaba una carpeta con el nombre, ligeramente cambiado, de una inmobiliaria alemana. Conducía con una cadena a un pobre payés arrodillado al que, sin duda, pretendía extraer con malas artes su terreno. ¿Qué iba a hacer él si la muy artera estaba dispuesta a ofrecerle una morterada de doblers? El drama era desgarrador, y los manifestantes a duras penas podían contener las lágrimas.

Nadie se manifiesta contra uno mismo, así que debemos suponer que los que el pasado fin de semana salieron a la calle están afirmando lo siguiente: yo estoy dispuesto a vender o alquilar mi propiedad a un mallorquín por 100, aunque un malvado extranjero me ofrezca 200. Se trataba de una manifestación a favor de la virtud y contra la grosera codicia del sapiens estándar, que pretende sacar el máximo rendimiento en una transacción. O eso o estamos ante una sociedad acostumbrada a afrontar los problemas señalando chivos expiatorios: el problema es de los fondos-buitre o los turistas, que son muy malos. A los políticos, que no suelen disponer de las soluciones, esto les viene muy bien, y de este modo hace tiempo que han sustituido la gestión por la pirotecnia. En todo caso la masificación son los otros. «No al turismo», proclaman los que exhiben en redes su último viaje a Tailandia.

No me malinterpreten: la masificación y el precio de la vivienda son problemas reales, pero la solución no es sencilla. La primera no se ha combatido con éxito en Venecia ni en Florencia a pesar del tiempo transcurrido desde que comenzaron a convertirse en parques temáticos. Y en cuanto al precio de la vivienda, no parece que las medidas sugeridas por los manifestantes, compartidas por una parte del espectro político, vayan a funcionar muy bien. Impedir la compra de vivienda a no residentes encaja regular con la legislación europea –y también con su espíritu-. Y, definitivamente, la fijación de precios de alquiler no ha funcionado nunca. Ya conocen la famosa afirmación del economista sueco Assar Lindbeck: aparte de un bombardeo, el control de alquileres es una de las técnicas conocidas más eficientes para destruir ciudades. Para empezar, si se limita artificialmente el precio existirá un excedente de demanda que permitirá al propietario hacer castings de aspirantes. O solicitar dinero negro, con lo que la cosa seguirá igual. Y, si se le ponen demasiadas trabas, el propietario acabará por retirar su vivienda del mercado, lo que reducirá la oferta aún más. Por la misma razón, tampoco será atractivo construir vivienda nueva o rehabilitar la antigua. Por cierto, los que ahora claman contra turistas y no residentes deberían recordar que muchos de ellos apostaron por la rehabilitación del casco antiguo de Palma, e invirtieron allí, cuando su deterioro era total. Entonces era barato alquilar casa allí, pero probablemente los manifestantes no estaban especialmente interesados.

No tengo, como pueden ver, recetas. Pero al menos deberíamos trasladar la discusión a un nivel adulto, en el que se rechazaran los remedios mágicos y se evitara señalar malvados culpables inexistentes.

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