Las democracias modernas, y sus correspondientes aparatos administrativos, hacen frente a problemas sumamente complejos. No obstante, y aunque a muchos nos pese, en política la gestión tiene un peso de tan sólo el 10%, correspondiendo el restante 90% a la comunicación. Los electores, ante los elevados costes para obtener la información necesaria para formarse una opinión bien estructurada, practican la llamada “ignorancia racional” por lo que esa comunicación, a su vez, es mucho más emocional que racional.
De esta forma, los cometidos esenciales de los partidos consisten en elegir los problemas sociales a elevar a categoría de prioridad, al tiempo que propone a las élites de dirigentes para hacerles frente. Ambos cometidos requieren contar con un apoyo mediático considerable. Pues hace falta una cierta coordinación en la selección y ordenación de noticias, así como en los argumentos de los opinadores, para orientar a la opinión pública en la dirección de los problemas elegidos y en dar a conocer los rostros y los caracteres de aquellos llamados a solventarlos.
En este sentido, en Baleares, es palmario el desequilibrio mediático existente (tal vez con la excepción de Ibiza). Los principales periódicos en papel y las radios y televisiones que gozan de mayor financiación nos lo muestran a diario. Ciertamente, no ocurre lo mismo en la esfera digital, aunque esos medios, más tradicionales, han sido eficientes en ocupar también su nicho en el ciberespacio. Este es uno de los motivos esenciales del porqué los problemas elegidos por la derecha gozan de menos aceptación de aquellos otros elegidos desde el otro lado del espectro político.
Sin duda, la financiación de los medios es una de las causas de tal desequilibrio, pero no la única. Ciertamente, la importancia del peso de los recursos estatales en la prensa genera un poderoso incentivo a aceptar, como bueno, cualquier motivo que conduzca al incremento del poder público, inclinando la balanza hacia una izquierda siempre dispuesta a ofrecer más en cualquier subasta.
En mi opinión, el otro gran motivo es la importancia otorgada a este tema. En parte porque el grueso de los medios de comunicación del antiguo régimen pasó a manos de la izquierda durante los años iniciales de la Transición, cuando la derecha dedicaba sus principales energías, sobre todo, a configurar una oferta política suficientemente unitaria. Pero también, porque desde los tiempos del fabianismo británico la izquierda ha apostado por la prensa, y por la propaganda, como mecanismo de transformación social.
Más recientemente, el surgimiento de nuevos partidos, en los extremos del espectro, fue posible, precisamente, por el surgimiento del nuevo espacio mediático virgen asociado a Internet. Sin él, ni Podemos, ni Vox hubiesen podido alcanzar las dimensiones que han tenido y tienen.
Llegados a este punto, es fácil concluir que en Baleares el tablero de juego está inclinado hacia la izquierda. Tanto que las últimas victorias electorales de la derecha se pueden haberse fundamentado más en los errores cometidos por los anteriores gobernantes que por las propuestas propias realizadas por quien estaba en la oposición, por falta de músculo comunicativo.
¿Es posible re-equilibrar el tablero? Pues, seguramente no aumentando la cuantía ofertada en la subasta dineraria. La derecha, por su ADN, siempre tenderá las de perder en este tipo de lances. Aunque, tal vez sí puede ganar, transformando la iniciativa política en objetivos diáfanos, sencillos, concretos y limitados, basados en los valores morales fundamentales occidentales, explicados a través de ejemplos compartidos que faciliten la transmisión de emociones.
Lo anterior requiere dejar en un segundo plano, aunque sin olvidarlas, las cuestiones relacionadas más directamente con la gestión. Quizás este tipo de actuación sea más fácil de formular que de implementar, sin embargo, es cada vez más utilizada con notable éxito. Sin ella, el tablero parece que continuará inclinado.