La Estación Espacial Internacional (ISS, son sus iniciales en inglés), orbita a unos 400 km de la Tierra. La ISS funciona con la energía del sol capturada por paneles solares, sujetos por varillas largas y delgadas. En cualquier posición de la ISS algunos paneles estarían al sol y otros a la sombra. Los que están a la sombra pliegan sus varillas, con el consiguiente riesgo de rotura. Para maximizar la cantidad de energía en la ISS, y a la vez no doblar frecuentemente las varillas, la NASA intentó desarrollar un algoritmo de posicionamiento de los paneles en cualquier posición orbital. En 2103, la NASA, sorprendentemente, retó al público a diseñar ese algoritmo a través de un concurso organizado por la Universidad de Harvard. Pero mayor sorpresa causó que se recibieran casi 2.300 posibles soluciones, de las cuales más de la mitad eran mejores que las que se diseñaron internamente en la NASA. Creo que no hace falta recalcar que en la NASA trabajan grandes mentes, pero ¿cómo se les ocurrió abrirse al público para solucionar algo? Si es posible utilizar, por ejemplo, concursos públicos para solventar problemas complejos, ¿por qué no innovar cualquier negocio con talento externo a las organizaciones que lo desarrollan?
Las empresas turísticas, como cualquier otro sector, se transforman continuamente para asegurar su competitividad. Muchas de ellas han tenido que reinventarse a través de proyectos innovadores que aseguren su sostenibilidad económica, ambiental y social. Sin embargo, la innovación depende en gran medida del conocimiento y el talento de las personas involucradas en ese proceso. La explosión de la sociedad del conocimiento a través de internet permite que sea posible involucrar en ese proceso a, literalmente, todo el mundo. Aunque, ¿hemos aprovechado ese potencial de talento exterior para innovar en nuestras empresas?
La innovación abierta (open innovation) es un paradigma donde las organizaciones innovan con actores externos a las mismas, no ausente de riesgos, pero posibilitando mayores recompensas. Popularizada por Chesbrough, en su investigación en Xerox PARC, la define como aquella innovación que no descansa solo en el talento interno de las empresas, sino que es acelerada y expandida por considerar también el talento ajeno (pero organizado por la propia empresa). Algunas compañías archiconocidas han aplicado la innovación abierta. Aun teniendo en cuenta sus ejemplos de éxito, hay barreras que superar para poder aplicar la innovación abierta, y la principal es cómo practicar lo que denomino “humildad transparente”. Me refiero a la humildad necesaria para que la alta dirección y los departamentos encargados de la innovación, reconozcan algo que estadísticamente es demostrable: hay más talento (cantidad) fuera de mi empresa que dentro de la misma y, potencialmente, podría ser mejor (valor) para determinado reto innovador. Es decir, evitar el síndrome “no inventado aquí” (Not-Invented-Here syndrome), esa tendencia cultural sesgada de ir en contra de las ideas externas a nuestra organización. Por consiguiente, la innovación abierta no significa solo movilizar la innovación interna, sino sobre todo dinamizarla a través de redes de actores externos: proveedores, clientes, público en general, centros de investigación, instituciones, universidades, clústeres e incluso competidores en el mercado de la compañia. Lo que deriva de lo anterior, es hacer esta humildad visible al exterior (transparente), publicando nuestras “carencias” innovadoras y solicitar que esos actores externos provean de potenciales soluciones.
La innovación abierta no desdice la “cerrada”, donde las compañías desarrollan sus propias ideas, las financian, construyen, comercializan y soportan. Pero esta innovación tradicional tiene ahora ineficiencias derivadas del corto ciclo de vida de los productos y servicios, debido entre otras cosas a la globalización. En la tabla siguiente, inspirada en Chesbrough, se perfilan lo opuestas (realmente complementarias) que son la innovación cerrada y abierta, a través de varias frases coloquiales.
Innovación Cerrada
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Innovación Abierta
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“Contratamos el mejor talento innovador para nuestra empresa”
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“Es imposible que el mejor talento innovador solo esté en nuestra empresa”
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“Tenemos que innovar nosotros”
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“La innovación puede provenir de fuera”
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“Nuestra innovación nos hará ser los primeros del mercado”
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“La innovación no tiene por qué ser nuestra para producir beneficios”
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“Si somos los primeros en comercializar la innovación ganamos el mercado”
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“Construir un modelo de negocio óptimo es mejor que llegar los primeros”
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“Tenemos que controlar nuestra propiedad intelectual frente a nuestros competidores”
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“Lo importante es mejorar nuestro negocio continuamente, beneficiarse de que otros usen nuestra propiedad intelectual y beneficiarnos de la de otros”
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La innovación abierta funciona porque incluye la diversidad frente a la visión experta, pero sesgada, sobre un problema. Otro factor de éxito vuelve a ser estadístico, mientras que los especialistas de una empresa son mejores, en media, para resolver un problema concreto que el público medio, la innovación abierta provee de soluciones raras y de mayor valor potencial (lo que llamamos valores extremos de una distribución de la probabilidad, en vez de la media). Además, puede que los consumidores-innovadores sean la fuente del conocimiento que acelera la irrupción en el mercado de los nuevos productos o servicios ya “testados”.
Evidentemente, la innovación abierta tiene sus propias dificultades metodológicas, además de las culturales: ¿cómo gestionar la propiedad intelectual ajena y propia?, ¿cómo superar la rigidez organizativa?, ¿cómo mantener el compromiso directivo con la innovación?, ¿cómo manejar el riesgo y las expectativas de esa dirección?, ¿cómo lidiar con el marco legal y jurídico?, etc. Todo ello es superable porque es una oportunidad magnífica (y aún no explotada) para las empresas turísticas, particularmente de nuestras islas debido a su liderazgo en el sector. Con ello no pretendo desmerecer los esfuerzos y éxitos que el turismo ha cosechado. Mas bien lo contrario, las compañías del ecosistema turístico, y particularmente balear, han creado, desarrollado e innovado, no solo localmente, sino internacionalmente. En el clúster Turistec (www.turistec.org) lo conocemos desde hace más de 15 años. No necesitamos ni animar a nuestros innovadores socios y asociados para mejorar sus negocios, lo hacen continua e intensivamente.
No obstante, el libro “abierto” de la innovación en el Turismo aún no ha sido escrito. Necesitamos organizar la innovación abierta y desarrollarla, tanto en cada empresa, como entre ellas, compitiendo y cooperando a la vez. No sólo es una posibilidad para las grandes empresas turísticas sino sobre todo también para las pequeñas, más ágiles y flexibles, de donde puede provenir mucho de este talento para cooperar con las mayores. Claramente, es una potencialidad para la Universidad, acostumbrada a la investigación y desarrollo, pero menos a los procesos innovadores empresariales, y evidentemente el siguiente capítulo a escribir para los clústeres.
Y, ¿cómo llevar la innovación abierta a mi empresa? Además de la autocrítica constructiva sobre las limitaciones de la innovación cerrada tradicional, es crucial definir de forma precisa el problema que se quiere resolver y cómo se va a medir su éxito; es decir, el reto innovador. Los retos se deben dividir en problemas más pequeños para que sean abordables. Por ejemplo, la cuestión general, ¿cuál es el futuro del Turismo en Baleares?, o incluso un reto de menor alcance, preguntarse ¿qué tecnología debe poseer una habitación de hotel?, son inabordables en innovación abierta sin una concreción en componentes y objetivos diferentes, como por ejemplo la sensorización, el ahorro de energía, la comercialización, el pago o la seguridad, .... E incluso así, reducirlos a un reto más preciso. Tampoco es obvio cómo superar las barreras de inversión en los que quieran participar en el reto, como, por ejemplo, disponer de un laboratorio (otra vez aparecen oportunidades de colaboración con la Universidad) y a la vez clarificar los incentivos económicos para participar en la resolución del reto por parte de la empresa que quiere abrirse a la innovación. Finalmente, hay que evitar los errores del pasado de muchas grandes empresas que crearon unidades independientes de innovación y fracasaron. Porque, como dice el profesor Gupta en Harvard, “es como si un fueraborda remolcase a un crucero, el fueraborda arranca con fuerza pero no cambia el curso del crucero”. En vez de ello hay que crear un “puerto de amarre” de la innovación donde “atraquen junto al crucero otros barcos más ligeros y rápidos”, compartan nuestra infraestructura, energía, quizás capital y, por supuesto, conocimiento para que realizar algo innovador conjuntamente.
Al final de la lectura, puede que ya no parezca tan sencillo implementar la innovación abierta en el Turismo. Como casi siempre, lo más interesante queda para el final. Parafraseando a Claude Lévi-Strauss, las compañías que se lancen a esta “nueva” forma de innovar tendrán éxito, si no se preocupan tanto por la solución a sus retos, que vendrán de multitud de innovadores externos, sino de si les hacen las preguntas correctas. El guante está lanzado…
Dr. Carlos JuizVicepresidente de Investigación y Talento de TuristecCatedrático de Universidad y subdirector del Laboratorio de Emprendimiento e Innovación social de la UIB