Fue Felipe González quien modernizó la clásica estructura de los ministros del gobierno de España, cuando nombró a José Luis Corcuera, responsable de la cartera de Interior. Corcuera estudió para ser electricista y trabajó en los Altos Hornos de Vizcaya. Ha pasado a la historia de España, al ser el impulsor de una ley que se conoce con su apellido: la de la patada a la puerta. La norma, basada en la que rige en USA, permite entrar sin orden judicial en un domicilio para impedir la posible comisión de un delito, sobre todo, los relacionados con las drogas. La norma fue modificada por otra ley, esta orgánica, de Protección de la seguridad ciudadana. Fue muy crítico con Pedro Sánchez y dejó el partido cuando este ganó las primarias del 2016. En sus numerosas apariciones en TV, siempre respetó al PP, e incluso pidió a su partido que se abstuviera para que Rajoy fuese investido presidente del Gobierno de España. Me pregunto si ustedes consideran que, Corcuera, era un mal educado. La diferencia entre la educación académica y la educación social se basa en la forma en la que el personaje se relaciona en sociedad. Si comparamos la educación elemental de su formación profesional: electricista, con su educación social, es decir, cómo trató a amigos y enemigos, no cabe duda que hay que afirmar que fue un señor. Si buscamos un homónimo de su ministerio y lo comparamos con el actual de Transporte. Óscar Puente, que se licenció en Derecho; máster en Dirección Política, abogado en ejercicio, y fue alcalde, cabría decir que, Puente, está mejor educado. La gran mayoría de los españoles, a excepción de sus conciudadanos de Valladolid, no le conocíamos. Consiguió la gloria del socialismo más maleducado que yo he visto nunca en el debate de investidura de Alberto Núñez Feijóo. En esa ocasión ya mostraba su mala educación al insultar agresivamente como un perro de presa al candidato que no consiguió los votos para ser investido presidente. Así es la democracia, la misma que le impidió gobernar en Valladolid, al pactar PP y Vox. Buena y mala educación de la que hacen gala los políticos y que transmiten como ejemplo a la ciudadanía. Cuando yo era más joven, defendía un modelo de educación, en el que se enseñase a respetar al adversario. Lo lógico sería, que se educase, al menos en la teoría, como se educa a los deportistas, con respeto al contrario, las buenas maneras y el compromiso de seguir juntos en la defensa de los valores democráticos del deporte. Pero, como ustedes ya saben, eso es mentira. Lo está demostrando el señor Puente cada vez que le preguntan qué opina del PP y Vox. Me gustaría saber qué opinará cuando dos de sus socios; los de Catalunya y los del País Vasco, los dos que no formarán gobierno en sus respectivas comunidades autónomas, empiezen su venganza contra Pedro Sánchez. La buena educación, la que no enseñamos en las escuelas, ha quedado para el recuerdo. Ya no interesa educar a los ciudadanos. Ahora se intenta que el futuro ciudadano sea un borrego en manos del pastor. Ojo, del que sea el pastor. Y esa es la reflexión que pido hoy. Antes o después, la derecha, los liberales, o la socialdemocracia, volverán a gobernar España. ¿Estarán preparados para hacer un cambio de modelo educativo y de educación social, ya sea por mayoría, o por pacto de estado? Y estarán los socialistas, comunistas, antisistemas, nacionalistas, independentistas y demás malas hierbas, preparados para vivir en democracia. Les aseguro que, yo, no tengo hoy una respuesta.