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La lengua, entre extremos

miércoles 01 de mayo de 2024, 17:09h

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Para quienes amamos por igual las dos lenguas oficiales de nuestra comunidad -en mi caso, mi lengua materna y mi lengua 'paterna'- supone una auténtica purga mental tener que convivir con el permanente devaneo entre dos extremos, ambos empeñados en menospreciar uno de los dos idiomas.

Si, por una parte, en la última semana hemos asistido al bochorno de que el rey Felipe VI -obviamente, no a título personal- otorgue la distinción de 'Real' a una esperpéntica "Acadèmi de sa llengo baléà", que no es más que el instrumento de determinados entornos de la extrema derecha para cuestionar con argumentos disparatados la unidad de la lengua catalana -y llámele usted como se le antoje-, de otro lado, la otrora prestigiosa Obra Cultural Balear y sus satélites andan empeñados en combatir todas aquellas decisiones políticas encaminadas a que el castellano no reciba en los centros educativos de Balears el mismo trato que una lengua extranjera.

La metedura de pata de la Casa Real merece un severo reproche, porque se dota de un cierto barniz oficial a quienes sostienen desde el analfabetismo consciente una tesis absolutamente incompatible no solo con el conocimiento lingüístico, sino también con la legalidad de nuestro Estatut d'Autonomia, que no olvidemos que es una Ley Orgánica aprobada por las Cortes. Resulta insultante que quienes deben velar por la legalidad apuesten por aquellos grupúsculos radicales que la cuestionan con fines espurios.

Por su parte, el entorno del soberanismo -no solo la OCB- parece empeñado en arrinconar la adquisición, por parte de nuestros jóvenes, del conocimiento del castellano a los medios de comunicación, las redes sociales y la calle. Con esta visión monolingüe de la escuela, además de vulnerar el derecho de la mayor parte de nuestros conciudadanos cuya lengua materna es el castellano, lo que se hace es comparar la calidad de la competencia lingüística adquirida en el ámbito académico con la que se obtiene en entornos coloquiales como la familia, los medios y las redes. Ya me dirán si es razonable comparar una clase -pongamos de geografía e historia o de física- impartida en castellano con el español que se habla en TikTok, Facebook o el programa Sálvame.

Que el uso social del catalán -mallorquín, menorquín o ibicenco- está en serio retroceso en nuestra sociedad es una obviedad que tiene bien poco que ver con el sistema educativo, sino más bien con los enormes cambios cualitativos en nuestra demografía de los últimos veinticinco años. Pero las medidas compensatorias previstas en las leyes no pueden ser jamás interpretadas como un ardid para arrinconar el castellano.

Nuestras dos lenguas oficiales y sus hablantes merecen igual respeto, estima y protección, y que su tratamiento por parte del poder político no obedezca a los designios de los radicales de uno u otro signo.

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