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Curiosidades políticas primaverales

Por Jaume Santacana
miércoles 01 de mayo de 2024, 02:00h

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Cuando usted, querido lector, tenga a bien leer este artículo, su vigencia será ya absolutamente nula; es decir, el contenido de este breve relato carecerá por completo de ningún tipo de inmediatez. Lo digo, como aviso, para todas aquellas personas que viven del momento fugaz —sobretodo en el mundo político— y que observarán, de inmediato, que este conjunto de palabras y frases ya no tiene ningún tipo de comentario útil relacionado con la urgencia periodística, tan característica de la información y el periodismo actual, actividad que conecta mejor con la inmediatez de la tecnología y las redes sociales que con el auténtico periodismo de fondo, lento, pausado, tranquilo y sosegado; se trata de digerir urgencia (fast food) o bien información contrastada y con buenas dosis de análisis político basado en la veracidad y no en la estupidez (un buen cocido, por ejemplo).

Estoy escribiendo este artículo el lunes 29 de abril, justo cinco minutos después de escuchar, atentamente, el breve discurso del Presidente del Gobierno de España, señor Pedro Sánchez, con una formulación que le ha costado cinco días, cinco, de meditación y reflexión solitaria y familiar. Sánchez se tomó, a la brava, esas cinco jornadas, cinco, para poder tomar, con calma, una decisión sobre si dimitir de su cargo (en plena legislatura) o bien seguir con la plenitud de sus funciones públicas.

Todo —y si no todo, mucho— parecía indicar que el aun presidente escogería la opción de la dimisión; y si no, en todo caso, que se sometería a una moción de confianza en el Congreso de los Diputados. Nadie sabía nada de nada. La incógnita se había instalado en España e, incluso minutos antes de su declaración, su visita al palacio de la Zarzuela hacía preveer que dejaba su cargo.

Pues no, señores: el resistente Pedro Sánchez ha tomado la decisión de seguir pa'lante —con más fuerza si cabe— y si te he visto no me acuerdo. Nada que objetar, en principio. Por mucho acero que le ponga a su actitud general y a su rostro político, finalmente, aquí no ha pasado nada, madre sólo hay una y a ti te encontre en la calle.

La jugada del presidente no deja, de todas maneras, de sorprender; ha dejado pasmada y perpleja a la totalidad de la sociedad española. ¿Un camelo? ¿Una comedia? ¿Un paripé? No lo se. En todo caso, una jugada política más de un personaje hábil, astuto, capaz de utilizar más la táctica que la estrategia, mezclado, todo, con gotas de un sentimentalismo familiar aliñadas con toques de emotividad amorosa y familiar.

Sánchez conduce y dirige una legislatura muy complicada: carece de los votos necesarios para gobernar en soltario y, por este motivo, necesita —como agua para los peces— de los votos de varias formaciones políticas que no siempre comulgan con su ideología socialista. Consiguió su apoyo para la investidura pero, por ejemplo, no ha podido superar los presupuestos generales del Estado, la ley suprema y más importantes de una legislatura.

Mi opinión personal es, humildemente, que Sánchez —aun quizás reforzado ahora con su particular “operación primavera” (que ya se verá...)— se halla ya en su personal carrera agotadora que le llevará al final de su vida política española. Otra cosa es que pueda triunfar en sus aspiraciones (más próximas que futuras) a un cargo importante en la Unión Europea. Pero, vamos, que don Pedro, está agotando sus baterías —que ya mucho le han durado— y no falta mucho tiempo para observar de cerca su ocaso político. Ahí está Zapatero, en todo caso, para un posible relevo institucional.

Ahora veremos que cambia después de su “intervención” mediática. La polarización sigue estando servida y el fango sigue, de momento, empozoñando el discurso ideológico y parlamentario.

Cosas veredes...

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