Cuando escribo estas líneas, lunes por la mañana, todavía no ha concluido el plazo que se ha otorgado a sí mismo el presidente del gobierno. aunque es innegable que ha conseguido toda la atención político-mediática del fin se semana. Así, por supuesto, sólo he podido leer unos pocos de los muchísimos artículos que se han escrito y publicado durante estos cuatro días. En ninguno de ellos, curiosamente, se apunta a que el motivo del espectáculo sea la negociación con sus socios.
Efectivamente, conformar un Frente Popular tan variopinto y extremista como el que pretende Sánchez otorga una gran ventaja a los partidos más radicales, cuando quien está al frente del mismo da muestras de estar dispuesto a cualquier cesión con tal de gobernar. Ese fue el error que cometió, el actual presidente del gobierno, a la hora de negociar su investidura. ¡Todos le tomaron la medida! y en especial los de Puigdemont, tal como le demostraron después obligándole a renegociar, de forma humillante, la ley de amnistía.
Por supuesto, las pulsiones iliberales y polarizadoras del personaje también juegan su papel en la decisión del anuncio de la reflexión. Pero me inclino a pensar que, sobre todo, se fundamentan en un intento desesperado de revertir esa imagen de estar dispuesto a pagar cualquier precio para dormir en el colchón de la Moncloa y lucir Ray-Ban’s en el Falcon. Lo que, a su vez, le pone en una situación de clara desventaja en la relación con sus socios. En cualquier relación de pareja, el más enamorado es el que tiende a realizar más cesiones.
Puigdemont tiene bien calado al resistente Pedro, por lo que no ha dudado en exigir la presidencia de la Generalitat, incluso aunque no sea el más votado. Un órdago que podría poner en apuros toda esta atípica legislatura, pues a pesar de que el PSOE, como partido, pueda comulgar con cualquier “rueda de molino” que le mantenga en el poder, la pérdida de votos podría ser excesiva en determinadas zonas del país.
Así que llegados a este punto, en mi opinión, si Sánchez anuncia hoy que continua será porque sus socios más asilvestrados han cedido; mientras si sucede lo contrario es que las negociaciones de este fin de semana han fracasado (lo cual me parece casi imposible). Desde luego,, me inclino a pensar que sólo puede suceder lo primero. El motivo esencial es la experiencia que en Baleares tenemos con los diferentes “pactes de progrés”. En cada legislatura de esos governs esquerrans i nacionalistes se producía una amago de romper la coalición que, después, lógicamente, nunca se llegaba a materializar por lo que estaba en juego. Ahora no es una formación política la que amaga con la ruptura, sino que lo hace únicamente su líder vedette.
Por lo anterior, no creo que sea ni el amor ni el desamor para con su bien relacionada esposa, ni la investigación que lleva a cabo un juez, ni que Mosad le quiera pasar factura por su narrativa anti-Israelí. La explicación del show hay que buscarla en las dificultades que encuentra en su gran proyecto, es decir, en la reinterpretación de la Constitución Española para conformar una coalición que les mantenga en el poder de forma cuasipermanente.
Por otro lado, estos días se celebra el centenario del nacimiento de Gonzalo Fernández de la Mora, un intelectual de primer nivel, actualmente olvidado por su vinculación con el régimen anterior, al que, sin embargo, habría que prestar más atención. Su vinculación, en absoluto, contamina el rigor y la coherencia de sus aportaciones. De entre su extensa obra, estos días valdría la pena fijarse en su “La partitocracia” de 1977 en donde casi nos anuncia, con 47 años de antelación, el fin de semana que hemos vivido. Lo que nos debería llevar a la necesidad de plantear, con transparencia democrática, reformas profundas, pero posibles, capaces de alcanzar un grado suficiente de consenso como para afianzar una prosperidad y armonía social que, poco a poco, se nos está escapando de entre las manos.
La responsabilidad de las reacciones colectivas las tienen las élites políticas y los intelectuales independientes (si es que éstos existen). Sánchez, con su amago de dimisión, lo único que realmente hace, de momento, es coger aire. El problema no es la idiosincrasia nacional, sino el nivel de los que configuran las élites seleccionadas sin un criterio claro por los partidos.