No, por favor: no se lo tomen ustedes a mal ni crean que el título de este artículo es una falta de respeto a la figura de la Virgen María que, según los Santos Evangelios o la Sagrada Biblia, afirman que María fue concebida inmaculada, es decir, sin mácula, sin pecado alguno.
Lo que sí parece haberse concebido con pecado son algunas emisoras de radio y canales de televisión que lanzan sus ondas sobre el territorio español sin ningún tipo ni resquicio de vergüenza ni propia ni, mucho menos, ajena.
Verán ustedes: soy asiduo seguidor, por morbo, sí, por puro morbo, de las emisoras dependientes de la Conferencia Episcopal Española: de la Cadena COPE, de radio, y de 13 Televisión, en televisión, como su nombre indica.
Escucho y veo muchos de los programas que desde estos medios se emiten para toda España. No hablo por hablar ni escribo por escribir. La vergüenza que siento al conectar con dichas emisoras es de calibre superior. En la mayoría de espacios que salen por antena, la estulticia suprema es la norma habitual que rige en sus contenidos.
Los mensajes lanzados a través de sus ondas suelen ser, son, de carácter plenamente demagógico. Sin ningún pudor y con una chulería propia de la época franquista, se lanzan opiniones —la mayoría de ellas de carácter político— que nada tienen que ver con la ética más elemental.
Y no hablo de los tertulianos , que también, si no que puedo afirmar, con conocimiento de causa (mi propia experiencia como espectador habitual) que los personajillos que actúan como presentadores o conductores de los distintos espacios, representan la visión más rancia y retrógrada de la sociedad española: se expresan con un lenguaje salvajemente agresivo, con expresiones de nula tolerancia general, con la rabia propia de los ignorantes profesionales y con ansias de destruir todo lo que se aparta de su ideología inmoral.
Parece mentira, pero es real, que toda una institución religiosa como la Asamblea de los obispos y cardenales de España, preste su apoyo —más que eso: subvencione directamente— tamaño dislate intelectual: promueven la agitación social y excitan al odio a una gran parte de los espectadores y oyentes; se dedican, desde sus micrófonos al menosprecio al prójimo más rastrero y demencial. La incomprensión es su lema; el acercamiento a posturas pacíficas y convivenciales está lejos, muy lejos, de sus objetivos.
La confrontación que muestran y exponen en todas sus diatribas en contra del entendimiento y la comprensión se convierte en dardos envenenados dirigidos contra el noble objetivo de la mejor vinculación entre los seres humanos. Hay auténtica fealdad en sus planteamientos; nada hay de casualidad. Jesucristo les azotaría por sus memeces y por su falta de moralidad. Y estos son los representantes de la Iglesia en España: ¡válgame Dios!, y nunca mejor dicho. Que las iglesias y los seminarios se vacíen es la consecuencia más lógica de su entrega a la hipocresía y a la vacuidad mental.
No me considero cristiano, ni siquiera excesivamente católico, pero poseo —en opinión del párroco de la Sagrada Família de Barcelona, Lluís Bonet i Armengol, un hombre profundamente religioso en el mejor sentido de la expresión— una sanísima fe del carbonero; un poco como Manuel Azaña… y me da pavor, sí, pavor, la tendencia de esta clase de gente a la tergiversación de la realidad, a la propulsión de la estupidez y al realce de unas ideologías caducas, añejas y, sobre todo, chiripitifláuticas.
Probablemente, no obtendrán el perdón de Dios, por mucha misericordia que les conceda, aún teniendo en cuenta que la magnaminidad divina es mucho más generosa que todas sus intervenciones catódicas. No vale aquello de “perdónalos porqué no saben lo que se hacen”: ellos sí que lo saben: cinismo pseudoreligioso. Todavía peor, ¡si cabe!
Libertad de expresión, sí; ¡no faltaría más!. No seré yo quien pida la eliminación de estas ondas nefastas pero, por favor, que alguien les haga ver que, a lo mejor, ellos y sus lamentables opiniones no son dogma de fe; que, seguramente, al Papa Francisco – si alguien se lo contara- no le gustaría nada su linea editorial y que, por encima de todo, están dañando, gravemente, la salud moral de los españoles. Por cierto —y hablando del Papa de Roma, en este caso el argentino Francisco— no deja de ser curioso y apasionante que un grupo de sacerdotes de la diócesis toledana rece, a menudo y con altavoz mediático, para que el citado Santo Padre suba a los Cielos lo más rápidamente posible; es decir, curas que oran por la muerte, lo más súbita posible, del actual Pontífice. ¡Hay que tener bemoles...!
Y, permítanme que insista: este no es un artículo contra la religión Católica ni, mucho menos, contra el Cristianismo, asociaciones a las que respeto enormemente; y, no tan solo eso, sino que creo fimemente en sus valores fundacionales, en su labor pastoral en general, en la ayuda que realizan a los más desfavorecidos y, además, en su altísima aportación a los valores morales más intrínsecos de la civilización occidental... incluido la construcción de las iglesias, catedrales, monasterios y ermitas de una importancia capital en cuanto a su belleza e historia de la humanidad. Y, por si esto fuera poco, he conocido a muchos, muchísimos creyentes —sacerdotes y laicos— que, con su aportación religiosa pura y digna, han ayudado absolutamente a la sociedad en múltiples y agradecidas ocasiones. Gente de bien, en pocas palabras.
Lo que pasa es que “en todas partes cuecen habas” y que, siempre han habido garbanzos negros en cualquier olla.
¡A ver si se enteran estos tergiversadores de la Verdad de una puñetera vez! Y lo digo con respeto, insisto.
Ahí lo dejo.