Como Costa “Mon cor estima un arbre!”; pues cuando pienso en mi ciudad -Palma- pienso en alguna de sus calles y plazas con pinos, tal como Es Carrer Santuari o la mismísima Plaza Gomila. Cuando pienso en Mallorca, me viene la imagen de la carretera que une Son Servera con Cala Millor, convertida en un “túnel” verde de pinos con fondo de azul marino intenso.
El olor a tierra mojada, con las primeras lluvias de septiembre, es fabuloso, pero lo es mucho más allí en donde hay pinos. Así mismo, siempre me ha parecido un auténtico lujo ver cómo todavía se utilizan, en plena urbe, ramas de pino seco para protegerse de la canícula estival. Por todo eso, tuve un gran disgusto cuando, durante la pasada legislatura, se procedió a talar algunos de los más emblemáticos pinos que caracterizaban la subida al oratorio de la Bonanova (uno de los lugares más bellos de Palma), sustituyéndolos por cipreses y, creo que también por olivos.
Es cierto que ya se había intentado mucho antes, pero, afortunadamente, la intervención del ilustre Camilo José Cela -entonces vecino de barrio- lo impidió, permitiéndonos gozar durante un tiempo aquellos magníficos ejemplares cuya condena estaba anunciada. De hecho, creo recordar que fue 2019 cuando el concejal de turno nos anunció que Cort iría suprimiendo todos los olmos, ficus y pinos de la ciudad. ¡Una auténtica lástima! Qué, desgraciadamente, parece que no va a enmendar el nuevo equipo de gobierno municipal, según tuvimos noticia con la tala de los grandes pinos de la Plaza Puente. ¡Mandan los expertos y no hay lugar para la poesía!
Además del bosque de Bellver y de San Carlos tengo otro parque preferido: el de la Ribera en el Arenal. Se trata de un pinar sin más, sin ningún tipo de añadido. Ojalá tuviésemos más como ese en otros puntos de nuestra capital. Por añadidura, seguro que su mantenimiento resulta extremadamente barato. Por otro lado, las calles deformadas por las raíces de los pinos invitan a circular despacio y prestando atención, pero lo hacen de una forma mucho más amable que los badenes que tanto abundan y proliferan.
A mi juicio el Parc de Ses Estacions,-nuestro “Central Parc-”, no está a la altura de la octava ciudad española. Le faltan sombras de pino mediterráneo, y el mantillo que éstos depositan sobre el suelo, también bancos en los que sentarse sin abrasarse en verano. Nunca entenderé a quién dispuso su colocación, ni que ningún concejal ha tomado cartas en el asunto desde entonces.
El Paseo Marítimo es otro de esos lugares en los que los pinos, junto a las palmeras, han sido protagonistas destacados. Supongo que tristemente dejará de ser así con la remodelación en curso. Sostengo, por otra parte, que no se ha puesto ningún énfasis en recuperar el azul del mar portuario.
Sin duda, la procesionaria es uno de los males asociado al pino, aunque permiten aumentar las poblaciones de “puputs” y otros pájaros, regalándonos sus cantos. Los equilibrios ecológicos son importantes y, por eso, hay que respetarlos. Los pinos pueden alcanzar una gran altura, lo que puede generar problemas de caídas si no se atiende a las necesidades de sus raíces; de igual forma sus ramas pueden resultar quebradizas si no se procede a realizar las podas adecuadas. Como con todos los tipos de árbol se puede hacer una lista de ventajas e inconvenientes
Por supuesto, ser partidario de los pinos urbanos, no significa, en absoluto, estar en contra de otros tipos de árboles. De hecho, la biodiversidad siempre hay que considerarla un valor a preservar. Por eso mismo, pienso que debatir sobre si tiene que haber, o no, pinos u otras especies vegetales, en nuestras calles y plazas no es exclusivamente una cuestión técnica sino también emocional.
En definitiva, puede parecer un tema menor, -y quizás lo sea-, pero estos días he percibido que no soy el único que lamenta la decisión tomada por los técnicos municipales porque, como decía al principio, “Mon cor estima un arbre!” aunque éste sea urbano.