Palma venera dos figuras del Cristo. El del Nogal, del convento de la Concepción de las Agustinas, y el de la Sangre, de la iglesia de la Anunciación. Mientras que el primero cuenta en su historia con muchos milagros reconocidos, el de la Sangre, tiene muchos otros, aceptados, pero no reconocidos. Siempre he dicho que en Mallorca, hay dos devociones que superan el rito religioso, o la impronta de la Iglesia Católica. Son la Virgen de Lluc y el Cristo de la Sangre. La Virgen de Lluc es la más antigua en el caso de que aceptemos que antes de Cristo esos valles eran llocs, lugares sagrados. El de la Sangre, lo es por su propia naturaleza: la del hombre que padece y muere torturado. Es por eso que transmiten serenidad. La virgen, porque hay un más allá. Porque está aquí, en la montaña, cerca del cielo y en medio de la naturaleza más pura de la isla. Es mujer y madre. Como debería ser el verdadero Dios. Y en el caso del Cristo de la Sangre, debo regresar a mi niñez para poder explicarme mejor. Mis padres me llevaban a poner un cirio en la sangre. A mí me daba un poco de miedo. Todo oscuro, lleno de humo y en silencio. Un hombre muerto, crucificado, al que no se le ve la cara, con un manojo de pelo que parece una mujer. Y mis padres, con una cara de pena, rezando y llorando. Nunca supe por qué. Ahora ya sí, lo sé. Antes de salir a la calle, me hacían que besase los pies a otro Cristo, que está colgado en un lateral de la entrada. Este es más pequeñito y me parecía más normalito. Me contaban que ese era el Cristo verdadero de la Sangre. Y no entendía nada. Dos crucificados, de igual nombre pero distintos. Según me decían, ese crucifijo era el que se llevaba a besar a los condenados a muerte. Estos martirizados de mil maneras, sobre todo los criminales, los esclavos y los judíos antes de morir, besaban la cruz para conseguir el perdón de sus pecados; y la sangre, que manchaba el crucifijo, era la del reo. Nunca he comprobado la veracidad de esta historia. Pero me parece tan hermosa, que comprendo la devoción que debían sentir todos los palmesanos que alguna vez pensaron que podían ajusticiarlos. Y por si acaso, iban a rezar al Cristo en vida, y desear no verlo en el último momento. Mi padre, de apellido xueta, era muy devoto y mi madre, casada con un xueta, lo era más. Eran años en que aún se diferenciaba entre cristianos, señores de casta y xuetas. Ahora ya nadie se acuerda de la historia. Tal vez, alguien aún se acuerde de como insultó y agredió físicamente a su compañero del colegio, porque su apellido era xueta. La de vueltas que da la vida. Tal vez, puede que alguno de los cofrades que salen en Semana Santa, se pongan la caperuza para cumplir con su principal propósito: esconder la cara del penitente. Ese que sale a procesionar para pedir perdón por los muchos pecados, delitos y errores cometidos. Tal vez, alguno, se avergonzaría ante sus hijos si se enterasen que se dedicaba a hacer acoso escolar, bullyn, en su colegio. Si los cofrades salieran solo para cumplir con la penitencia por sus pecados, saldrían muchos menos y las procesiones durarían mucho menos. No obstante, todos merecen nuestro respeto.