Para Ballester, "Internet ha cambiado las reglas del juego" ya que ha amplificado un negocio brutal, la pornografía, "que está claramente conectado a la prostitución". En ese sentido, este sociólogo subraya que "más del 90 por ciento de los anuncios que acompañan a los videos pornográficos son anuncios de prostitución que te invitan a conectar con 'mujeres reales'. Y eso genera problemas porque favorece situaciones de explotación sexual con menores de edad o con personas en situación de vulnerabilidad ampliada por tener hijos y no tener recursos, o que han sido expulsadas del mercado de trabajo, o por ser muy mayores".
En ese sentido, asegura que "en un estudio que hicimos en 2011 sobre el impacto de la crisis en las mujeres mayores había aumentado la presencia de mujeres mayores en la prostitución, entre otras cosas porque no tenían alternativas viables en el mercado de trabajo, para entrar o reinsertarse en él, y caían en aceptar situaciones de explotación sexual".
Ballester, que participa desde 2003 en el Grupo de Estudio de la Prostitución de Baleares, recuerda el estudio que realizaron entre 2022 y 2023 Consell de Ibiza sobre las ofertas de prostitución en la isla a través de Internet. "Pudimos acreditar que en temporada alta había más de 800 mujeres en oferta en distintas webs, porque hay que decirlo así, en oferta. Estaban en Ibiza, porque en 20 minutos tenían que estar en un yate, en un piso o en un hotel, pero estaban ocultas. No estaban en clubes ni en pisos, así que no son identificables para la Policía. Normalmente estaban en webs con sede normalmente en Reino Unido o Luxemburgo, que no son Unión Europea, lo que da pistas de qué tipo de oferta están dispuestos a hacer", señala.
Y ello supone un mayor riesgo para estas mujeres. "Antes estaban en un club, en la calle o un piso, donde se podía intervenir rápidamente si había un indicio de delito, pero en las webs es prácticamente imposible porque no hay una puerta a la que tocar, así que está haciendo todo mucho más complicado. Antes los proxenetas podían ser uno o dos, o una pandilla, pero ahora son empresas, organizaciones importantes que tienen cientos de mujeres en oferta en España, captadas muchas desde edades muy jóvenes".
"Las mujeres en situación de prostitución declaran mayores prácticas violentas"
Internet ha introducido también cambios en la propia prostitución. Así, Lluis Ballester indica que "las mujeres en situación de prostitución declaran mayores prácticas violentas. Cuando empezamos a trabajar con estas mujeres entre finales del siglo pasado y principios de este, el uso del preservativo era indudable y aceptar sexo anal sin preservativo era inédito. Ahora es parte de la oferta regular".
"Esas prácticas de extremado riesgo, como el sexo en grupo en el que no controlas quienes son los otros, se ha hecho muy habitual. Estamos viendo situaciones de violencia sexual siguiendo el modelo del porno violento de una manera muy clara", apunta Ballester. Subraya en todo caso que "es cierto que la violencia extrema solo la llevan a cabo un 1 o 2 por ciento de los visualizadores habituales de porno, pero, ¿nos lo podemos permitir? ¿Queremos convivir con ese nivel de violencia? Es una pregunta que deberíamos hacernos como sociedad".
Este sociólogo asegura que las prácticas sexuales no solo son más violentas y asumiendo riesgos importantes, sino que además generaliza "una relación de dominio de la sexualidad masculina sobre la femenina, cuya función es únicamente dar placer al deseo masculino al margen de la orientación sexual. Por ejemplo, en el porno lésbico muchas veces aparecen hombres, y eso es porque está orientado a la mirada masculina".
También dentro de las parejas se registran más denuncias de violencia. "No sabemos si es por que hay más conciencia o porque está pasando más. Las denuncias con contenido sexual ya existían, pero eran menos frecuentes".
"Entre las parejas ha aumentado la aceptación del mito de la violación y la desconexión de la empatía"
En las relaciones normalizadas Ballester señala también dos fenómenos importantes. "Uno, el incremento de la aceptación del mito de la violación --que Ballester define como 'me dice que no le gusta, pero ya le gustará o en realidad le gusta'--. Y el segundo es la desconexión de la empatía. Cuando nos acostumbramos a ver mucha violencia no desensibilizamos y el porno juega ese papel, porque vemos mucha 'gimnasia de sexo' en la que no hay elaboración de las emociones".
Internet tiene también un papel fundamental en la normalización de situaciones que ponen en un especial riesgo a las mujeres. Un ejemplo de ello pueden ser las llamadas 'sugarbabies', chicas que ofrecen compañía, y en ocasiones algo más, a hombres que a cambio les dan dinero o cubren gastos diversos. Esta es la modalidad mayoritaria, si bien también existe en la que quien cubre esos gastos es una mujer.
Ballester apunta que "en el equipo de investigación lo interpretamos como una transformación del sistema de prostitución, porque al final lo que haces es vender tu cuerpo y exponerte a riesgos importantes, perder la capacidad de perder un proyecto autónomo, que es el coste más bestia, el someterse a la voluntad de otra persona".
"Lo hacen chicos y chicas, pero son más vulnerables las chicas y es más fácil que se construya esa relación que nosotros hemos identificado como un harén: un hombre con capacidad de compra, de gasto, que tiene chicas jóvenes en varias ciudades y le cuestan muy poco. Es seducir a través del dinero, pero es una seducción falsa porque es la compra de tu proyecto de vida", asegura Ballester.
"Hay una ideología que ha entrado de manera muy sutil, que es la del 'capital erótico'. Es una ideología que desarrolló una socióloga, Catherine Hakim, sobre algo muy tóxico: puedes monetizar tu atractivo físico y eso te da ventajas. Hazlo, por qué no". "Vivimos en una sociedad hipersexualizada que normaliza la venta de imágenes sexualizadas. De hecho, ahora se habla de explotación sexual basada en imágenes, chicas adolescentes que muestran actividad sexual de riesgo como no había habido nunca porque no había la oportunidad de negocio que hay ahora", concluye Lluis Ballester.