Sin duda ninguna, si hay algo que es realmente de agradecer en la vida es el haber podido contar con un padre ejerciente que guio nuestros primeros pasos en la vida, -quizás, con suerte, como es mi caso, casi todos los pasos de mi vida hasta casi entrar en la vejez-. De igual manera nuestra propia paternidad también supone un enorme impulso vital. Indiscutiblemente también se pueden realizar afirmaciones similares sobre la maternidad, pero hoy me quiero centrar en la experiencia masculina.
Personalmente, considero que ser padre proporciona la sensación de vivir casi dos veces. La primera cuando vas descubriendo, paso a paso, como es el mundo y la segunda cuando lo muestras y lo intentas explicar. Es como si se produjere una vuelta a nuestros primeros días desde otra perspectiva. Esta labor de cicerone nos disciplina a la hora de ordenar pensamientos, recuerdos, sensaciones y experiencias, para poder transmitirlos de forma coherente, y también apasionada.
Es cierto que, gracias a mi profesión de profesor, de alguna manera, algo de lo anterior lo he vivido con algunos de mis alumnos. Sin embargo, no es lo mismo, pues la responsabilidad que conlleva la paternidad activa parece ir acompañada del derecho, y la obligación, de dar mayor importancia a la impronta personal, lo que le confiere a esa experiencia una intensidad clemente distinta.
Como no puede ser de otra forma, el amor paterno-filial también es sacrificio, pero de un tipo que da sentido a la existencia. Efectivamente, sentirse un eslabón más de una cadena, no es lo mismo que auto-percibirse como un simple óvalo metálico aislado; confiere consciencia palpable de trascendencia. Efectivamente, sé que mi padre vive en mí cuando rememoro las conversaciones y las vivencias que he tenido con él. Así, aunque él ya no pueda razonar, puedo saber cuál es su opinión sobre tal o cual asunto. ¡Un padre verdadero nunca está ausente! Por eso mismo, estoy seguro que él, como yo mismo ahora, disfrutó mucho de pasar tiempo con sus hijos.
Desde luego, la vida es un misterio insondable sobre el qué, en realidad, nada sabemos. Quizás por eso la soledad puede ser tan corrosiva. No obstante, el vínculo personal más sólido que establecemos nos hace sabernos precedidos, y, a su vez, sucedidos, confiriéndonos un especial compromiso con todo nuestro entorno, lo que a su vez nos facilita vislumbrar el correcto camino a seguir en cada una de las acciones cotidianas del día a día. Existen muchas formas de enseñar, pero ninguna alcanza la enorme potencia del ejemplo. Y qué duda cabe, que el ejemplo legado por nuestros padres ha configurado lo que somos, lo que pensamos e, incluso, lo que sentimos. Eso mismo será lo que dejaremos.
Por supuesto, de ninguna manera quiero decir que la paternidad haga, a los hombres, mejores personas por el simple hecho de producirse. Sin embargo, pienso que transforma a quien la ejerce -con independencia de que ésta sea biológica o no- al conferir una perspectiva diferente sobre muchos de los acontecimientos personales y colectivos que nos ha tocado vivir.
Por todo lo anterior, y aunque no me gusta celebrar los días señalados ni por organismos públicos ni por propagandistas comerciales, hoy haré una excepción por lo que puede tener de pequeña rebeldía en el asfixiante ambiente de corrección política en que vivimos. ¡Feliz día del padre!