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Los bancos centrales nacieron para la guerra

Por Pep Ignasi Aguiló
martes 12 de marzo de 2024, 05:00h

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Los bancos centrales, al igual que los propios Estados, nacieron para la guerra. El Banco de Inglaterra fue creado en 1694 -aunque no fue nacionalizado hasta 1946- para financiar la Guerra de Inglaterra contra Francia por sus disputas coloniales en América del Norte. El Banco de España, por su parte, fue creado en 1782, con el nombre de Banco Nacional de San Carlos, para financiar la Guerra de Anglo-española derivada del apoyo de nuestro país a los recién independizados Estados Unidos.

La Reserva Federal se crea en 1913, justo a tiempo para constituirse como una formidable “arma” con la que combatir durante la Gran Guerra. El inmenso poder que esta nueva institución otorgó al gobierno norteamericano no es baladí, como sabe cualquier historiador sobre asuntos bélicos. El desempeño económico juega un papel de primer nivel en cualquier contienda.

De hecho, los propios Estados-Nacionales también tienen su origen en la guerra. Pues, aunque se forman por múltiples motivos, de entre los que destaca el de mantener ejércitos permanentes, sin duda, muy superiores a los de leva, propios de los antiguos señores territoriales medievales. Estos modernos ejércitos, de entorno a los cien mil hombres, tienen que ser financiados, lo que, a su vez, requiere de ingresos tributarios constantes y estables, por lo que, indefectiblemente van ligados a las burocracias propias de los ministerios de hacienda. Por supuesto, cuando las guerras estallan, se necesitan recursos adicionales, es decir de crédito nuevo y abundante, para ello nada mejor que un banco central.

Pienso que es necesario recordar esta sucesión de hechos ahora que desgraciadamente algunos analistas consideran que ya están sonando, otra vez, los tambores de la guerra. No sólo por las cruentas batallas que, efectivamente, se están librando en muchos de los enclaves de mayor valor geopolítico, desde la más que discutible gestión que se hizo de la pasada pandemia, sino por la posibilidad de que el horror bélico se acerque hasta nuestras mismísimas puertas.

Es más, en esa misma línea, algunos dirigentes políticos relevantes, y sus opinadores de cámara, comienzan a abrir la llamada “ventana de Overton” sobre una hipotética reimplantación del servicio militar en algunos de los más importantes países de la Unión Europea.

Tal vez, estos analistas, dirigentes y opinadores toman postura en un renovado intento de desprestigiar la figura del candidato “afuerino” a la presidencia de los Estados Unidos Donald Trump. Aunque, en mi opinión, tiene pocas posibilidades de ser nuevamente elegido. En cualquier caso, lo cierto y verdad es que los periodos de estancamiento económico son propicios para el surgimiento de todo tipo de conflictos.

Dicho de otra manera, sí la paz tiene algún fundamento sólido, éste es el del crecimiento económico, pues, cuando tal fenómeno se da, todos pueden mejorar su posición sin necesidad que nadie empeore la suya. Quizás, por eso mismo, la historia de la humanidad es una sucesión continua de conflictos bélicos que aumentan de escala primero, con la aparición de los estados-nacionales, alcanzando después un cénit apocalíptico después con la creación de los bancos centrales. Sólo cuando el crecimiento económico se difunde suficientemente aparecen dilatados períodos sin conflictos relevantes.

Dicho todo lo anterior, podemos observar como en los últimos años, la política monetaria ha puesto gigantescas cantidades de dinero en manos de unos gobiernos que de esta forma han experimentado un más que considerable aumento de su poder. Al tiempo que se provocaba la denominada japonización de la economía (o enfermedad nipona) en la mayoría de las economías occidentales, caracterizada por la creación de burbujas inmersas en un ambiente de crecientes regulaciones intervencionistas.

Por supuesto, no quiero decir con esto que el renovado protagonismo que estas instituciones centrales están teniendo en los últimos años (verbigracia, el 80% de todos los dólares existentes se han impreso en los últimos 3 años) sean la causa de volver a escuchar los siniestros tambores antes mencionados. Pero sí pienso que la acelerada cesión de poder que los ciudadanos estamos haciendo para con nuestros burocratizados gobiernos es altamente peligrosa. ¡Los gobiernos limitados son una bendición!

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