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Los alemanes también están hartos

domingo 03 de marzo de 2024, 04:00h

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Esta semana he tenido el honor de recibir el premio a la mejor tesis doctoral de 2023, concedido por la Cátedra d’Estudis Urbans de la Fundació Universitat Empresa, de l’UIB. Más honor, si cabe, teniendo en cuenta que no me había presentado a la convocatoria. Ha sido el jurado el que ha considerado que mi tesis sobre la Turismofobia en el caso de la ciudad de Palma, aportaba un análisis transversal de las causas que provocan el rechazo de los residentes ante el overtourism: masificación turística y los efectos negativos en la calidad de vida de los residentes. Al hacerse público el premio, el periódico Mallorca Zeitung me ha entrevistado para que lo explique en las páginas que publicarán con motivo de la ITB de Berlín. De mis declaraciones, la que más sorprendió al periodista Frank Feldmeier ha sido afirmar que los residentes alemanes en Mallorca también se han sumado a la crítica por el exceso de turistas en cada rincón de la isla: 18 millones de los cuales, 4,5 millones son sus compatriotas. Este año, las previsiones anuncian que aumentan un 6%. Y ya no caben más. Pan para hoy y hambre para mañana. Bienvenidos sean los turistas, sobre todo los que son respetuosos con nuestra tierra y cultura. Pero sobran unos dos millones. Son los incívicos, los que vienen a emborracharse, los que ensucian, rompen y alteran la paz y la tranquilidad de nuestras zonas turísticas. Hay que tomar las riendas de nuestra oferta. Debemos ser nosotros, los que elijamos a los turistas que queremos recibir. Podemos hacerlo ya que tanto la economía, como la ley europea, permite limitar el acceso a turistas cuando suponen un atentado al medioambiente y afectan negativamente a la calidad de vida de los residentes. La presidenta Prohens dijo, en el discurso del Día de Baleares, que su ejecutivo ya estudia cómo hacerlo. Yo me ofrezco, gratis, a asesorarlos. Y le agradecería que aprovechará la histórica oportunidad que este ejercicio tendrá el Govern para arreglar algunos problemas que afectan al Medio Natural de las islas, pero también a los efectos negativos del turismo. Si no me equivoco, en 2025 dispondrá de unos 350 millones de euros. Más de 150 de este año, 130 del año pasado y unos 70 del año 2022, que no se aplicaron. Dinero más que suficiente para demostrar que somos capaces de aplicar este impuesto por estancias turísticas. Recuerde el PP, que se oponía al impuesto. Hoy que gobierna, no lo eliminará. Estarían locos. Buen momento para contratar a 100 nuevos inspectores de actividades turísticas y que se dediquen a luchar contra la oferta ilegal de turismo vacacional, contra los restaurantes que no cumplen las normativas, contra la llegada masiva de coches de alquiler que se esconde en un solar para devolverlos al mercado como de segunda mano, contra los apartamentos turísticos de nula calidad que se dedican a vender en sus locales el alcohol que consumen los grupos de jóvenes que se alojan en sus habitaciones. Hay mucho por hacer. Y mucho por mejorar. En mi tesis afirmo, que los beneficios del turismo se reparten de manera irregular entre empresarios y la propia administración fiscal española. La factura de su coste, la pagamos los residentes. Cuantos más turistas vienen, más tenemos que pagar por el agua y la energía que se consume, por la gestión de los residuos que se producen, por la sanidad que les atiende, por tener más agentes de las Fuerzas de Seguridad del Estado y Políticas Locales, bomberos, Protección Civil etc. Y no hay que olvidar el mantenimiento de las carreteras que utilizan, por los espacios naturales que padecen su presencia y por los precios, cada vez más caros, que los residentes tenemos que asumir en alquileres de viviendas y locales comerciales, en el coste social por la pérdida de identidad y por la poca calidad de vida a la que los trabajadores del turismo pueden acceder. No obstante, bienvenidos sean.

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