La inauguración del Museo Marítimo en septiembre de 2020 fue acogida como una buena noticia ya que suponía la reapertura de una institución pensada para poner de relieve el patrimonio marítimo de la isla, que es mucho. Pero visto lo visto, fue una apertura precipitada que bien podría haber esperado un tiempo más para hacerlo con todas las garantías de seguridad.
Más allá de que se pueda considerar un comportamiento irresponsable, lo que probablemente se pregunten ahora los ciudadanos es: ¿qué lleva a una institución pública a abrir las puertas de una instalación que no dispone de las medidas básicas de seguridad?
Seguramente había personas que aguardaban con ilusión la reapertura del Museo Marítimo. Pero después de casi 50 años esperando a que volviera a ver la luz, seguro que esas personas podían esperar unos meses más para que, como mínimo, las mangueras que debían suministrar agua en caso de producirse un incendio estuvieran conectadas a alguna tubería. Algo que, por cierto, ya advertía un informe de 2018.
Es una lástima que este tipo de cuestiones hagan sombra a una institución que puede permitir a los mallorquines disfrutar de su patrimonio marítimo y, sobre todo, tenerlo en cuenta. Y es que a pesar de ser una isla, buena parte de los ciudadanos viven de espaldas al mar, seguramente no por desprecio, sino porque no forma parte de su día a día.
El Museo Marítimo podría permitir cambiar esa tendencia... siempre que permanezca abierto, claro. De hecho, una de sus actividades más destacadas son las visitas guiadas a grupos escolares, que ahora tienen que desplazarse hasta Sóller si quieren verlo. Al menos, la dirección del museo ha tenido la buena idea de ser ellos los que visiten los colegios hasta que éstos puedan ir a Ses Voltes.