Este fin de semana se han vuelto a ver imágenes muy duras, de funerales y capillas ardientes, de viudas desconsoladas abrazadas a una bandera de España y un tricornio, de guardias civiles rotos de dolor con lágrimas en los ojos portando un féretro, que recuerdan a los años de plomo de la lucha contra el terrorismo.
El lunes en Palma se sucedieron los minutos de silencio ante los cuarteles de la Guardia Civil, el Consolat de Mar y el Ayuntamiento de Palma, donde los representantes de las principales instituciones mostraron su dolor y su repulsa por este vil asesinato de dos funcionarios encargados de hacer cumplir la Ley.
En esta ocasión, los causantes de tanto dolor no han sido criminales de ETA o los GRAPO, como sucedía años atrás, sino narcotraficantes cuyas narcolanchas “campan a sus anchas” por el Estrecho de Gibraltar, en palabras de la fiscal antidroga de Cádiz, Ana Villagómez.
El pasado viernes por la noche, una pequeña zódiac del GEAS de la Guardia Civil fue abordada deliberadamente por una narcolancha de 14 metros de eslora en el interior del puerto de Barbate (Cádiz). La potente embarcación de los narcotraficantes, que como otras de similares características utilizadas con fines delictivos, se refugiaron del temporal en dicho puerto, arrolló a la minúscula embarcación de la Guardia Civil, matando a dos agentes e hiriendo a otros dos, uno de ellos de gravedad.
Este crimen, grabado y compartido en las redes sociales por otros narcos que jaleaban a sus compañeros de fechorías, ha conmocionado a la sociedad española pues pone en evidencia la descomunal desproporción de medios con que cuentan los delincuentes y las Fuerzas de Seguridad encargados de hacerles frente.
Esta circunstancia, lamentablemente, no es nueva. Las asociaciones profesionales de guardias civiles llevan años denunciando la escasez de personal y de medios materiales para luchar contra el tráfico de drogas, pero claman en el desierto. Esto explica perfectamente su reacción tras el luctuoso suceso, donde las principales organizaciones profesionales de agentes de la Benemérita han exigido la dimisión del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, quien el día antes había visitado el Campo de Gibraltar y sacó pecho por el trabajo realizado durante su mandato al frente del Ministerio.
La absoluta desconexión de la realidad del ministro Grande-Marlaska, no es ninguna novedad, pues se ha especializado en negar la evidencia siempre y en toda circunstancia. Pero los dos guardias civiles fallecidos en Barbate atestiguan que el problema es tan serio como vienen denunciando los colectivos policiales y también la fiscal antidroga Villagómez sin éxito.