En estos últimos días ha generado una inesperada polémica la elección de la canción Zorra para representar a España en el próximo Festival de Eurovisión, tanto, que casi ha conseguido desplazar de la mayoría de portadas, de tertulias y de pesadillas nocturnas a la futura Ley de Amnistía.
Para poder dar yo también mi propia opinión sobre este controvertido tema —el del dúo Nebulossa, quiero decir—, he escuchado Zorra con suma atención varias veces a lo largo de esta semana. De ese modo, he podido llegar ya a una primera conclusión provisional, que sería que lo que está generando el actual debate en las redes sociales no es el propio título de la canción en sí, sino su contenido.
De hecho, varias generaciones de españoles crecimos escuchando composiciones con títulos en los que aparecía el nombre de algún animal, sin que ello hubiera generado en su momento ninguna queja ni ninguna objeción. Estoy pensando ahora mismo en clásicos como Cinco lobitos tiene la loba, La gallina Turuleca, La vaca lechera, Un elefante se balanceaba, Los pollitos o El baile de los pajaritos, que vendrían a conformar una especie de entrañable y variadísimo animalario musical español.
Es cierto que estaríamos hablando de un animalario pensado en principio casi sólo para niños, por lo que seguramente no sería conveniente incluir en él temas como los míticos Gavilán o paloma de Pablo Abraira, La gata bajo la lluvia de Rocío Dúrcal, Lobo hombre en París de La Unión o Cien gaviotas de Duncan Dhu, todos ellos excelentes, pero posiblemente no del todo adecuados o aconsejables para un público infantil.
Esto último lo podríamos decir igualmente de Zorra, pero también es verdad que desde hace ya algunos años resulta cada vez más difícil poder encontrar temas musicales que sean aptos para todos los públicos o que puedan ser escuchados en familia sin que nadie se ruborice, se altere o se duerma, vayan o no a Eurovisión.
Y ya que estamos hablando hoy de animales de distinto pelaje y condición, quizás no esté de más recordar que en nuestro país y en otros como Gran Bretaña o Estados Unidos existía hasta no hace mucho la curiosa y llamativa tradición de que no pocas bandas optasen por elegir como denominación propia la de un animal, tanto doméstico como salvaje.
En España, podríamos citar por ejemplo a Los Gatos Negros, Falcons, Los Burros, Un Pingüino en mi Ascensor o Los Elefantes, entre otros grupos, mientras que en el mundo anglosajón estarían nada menos que The Animals —valga la redundancia— The Beatles, The Byrds, The Monkeys o Eagles.
Hecho ya este breve recuento nostálgico y sentimental, quizás haya llegado por fin el momento de exponer mi segunda conclusión provisional sobre Zorra, que sería que no sé aún qué pensar sobre ella. ¿Es un himno feminista? ¿Una canción comercial más? ¿Un tema inocuamente provocador?
Para complicar aún un poco más las cosas, el programa Polònia de TV3 ha hecho recientemente una parodia de esta canción, titulada Facha, que interpreta una émula de Isabel Díaz Ayuso, acompañada en los coros por unos entregados imitadores de José Luis Martínez-Almeida y de José María Aznar.
Ya hay quienes defienden que deberíamos de enviar Facha a Eurovisión en lugar de Zorra, alegando que de ese modo seguramente podríamos obtener un muy buen resultado, aunque intuyo que esa opinión sólo es mayoritariamente compartida por quienes ideológica o políticamente se sitúan más a la izquierda, y no tanto por los votantes más fieles y moderados del Partido Popular.
Y así llegamos a mi tercera y última conclusión, que sería algo menos provisional que las dos anteriores, pero aun así tampoco definitiva del todo. Esta conclusión sería que, de algún modo, se demostraría nuevamente que los españoles casi siempre nos sentimos sólo de verdad a gusto en los extremos, en este caso entre La gallina Turuleca y Zorra, sin llegar a encontrar casi nunca un conciliador y enriquecedor punto medio.