La portavoz del PSIB en el Ajuntament de Felanitx, Damiana Massutí Gómez, empresaria de hostelería de honda raigambre socialista, además de incumplir sus obligaciones municipales dejando de acudir a los órganos en los que su partido y los ciudadanos que la han votado debieran estar representados, se dedica en sus ratos libres a diagnosticar las supuestas disfunciones sexuales de sus adversarias.
Pese a su condición de joven empresaria, Massutí utiliza un lenguaje más propio de los albañiles de los años sesenta, aquellos con el pañuelo en la cabeza sujeto con cuatro nudos y el Celtas corto sin emboquillar en el labio.
“Necesitas un buen polvo, creo yo” fue la prescripción dispensada vía Whatsapp a la alcaldesa pepera Catalina Soler, Carraixeta para los amigos, porque ésta le afeó el ausentarse de sus obligaciones.
La alcaldesa, que no es manca -ni muda- precisamente, se aprestó a hacer pública la altura argumental e intelectual de su oponente, lo que ha molestado en grado sumo a los socialistas, tan celosos de la intimidad, especialmente cuando la misma encubre las vergüenzas de los suyos.
Ni que decir tiene que si esta expresión la hubiera proferido un varón -especialmente si no fuera un progre al uso- la jauría filoizquierdosa se hubiera lanzado inmediatamente al cuello y solicitado su inmediata castración, a poder ser, física, en portada de El País.
Pero cuando las zafiedades machistas propias de un andamio preconciliar las profiere una cándida e inmaculada mujer del bando socialista, la cosa cambia. Entonces es solo una broma entre personas con vagina, ocurrente y graciosa.
Ni una sola organización del feminismo progre ha abierto la boca.
Todos, sin excepción, necesitamos buenos polvos de vez en cuando. La gente ha de ser feliz porque, si no, se empeña en hacer infelices a los demás, y no es plan. Eso incluye a las señoras Massutí y Soler y a usted y a mí, claro, con excepción únicamente de célibes e impúberes.
El problema es que estamos confundiendo la política con la barra de un bar de carretera. Quienes nos representan debieran tomar conciencia, alguna vez, de que no les pagamos sus asignaciones para que le saquen los ojos a sus adversarios, les insulten o les gasten bromas soeces, sino para que gobiernen o controlen la acción de los que gobiernan. Me importan un pimiento la vida personal o sexual de la Sra. Massutí o de su alcaldesa. Lo que pido a los políticos es que, en el ejercicio de sus cargos, se guarden las debilidades y defectos inconfesables que todos poseemos -la cara B- para sí. Y, si no aguantan más y quieren decir burradas a voces, que vayan a un campo de fútbol, que para eso están.