Cuenta la leyenda, que en una aldea cercana al camino que unía Inca con el Santuari de Lluc, vivía una joven muy bella. La chica era muy devota de la Verge de Lluc así que, siempre que podía, visitaba el templo para poder rezar ante los pies de su estatua.
Conocedor de su devoción, su amado le propuso visitar el Santuari. Evidentemente, ella accedió. Así, una tarde, ambos partieron desde su localidad cargados de víveres y provisiones en las alforjas de su asno.
Durante el largo camino, el hombre no articulaba ninguna palabra. Estaba callado, perdido en sus pensamientos. Los celos se habían apoderado de él. Los halagos y los piropos de los vecinos de la aldea a su amada le estaban volviendo loco. No se fiaba de nadie. Tampoco de ella.
Poco a poco, el cansancio empezó a hacer mella. Agotados, decidieron hacer una parada en el camino, junto al desfiladero de Es Grau, desde el que se podía divisar toda la llanura de Es Raiguer, de este a oeste. En un momento dado, mientras ella estaba abocada al precipicio, el joven se acercó por detrás para empujarla al vacío.
Cuando dejó de oír los gritos de su amada, el asesino emprendió en solitario el camino hasta el Santuari. Estaba abatido, lleno de remordimientos. Para su sorpresa, al llegar, encontró a la joven rezando frente a la esfinge de la Verge. Corrió hacia ella para abrazarla y pedirle perdón. La chica aceptó su arrepentimiento y según cuenta la leyenda, la propia imagen de la Virgen levitó ante ellos, haciéndoles entender que ella también le había perdonado.
UNA MISTERIOSA PRESENCIA
Algunos testigos aseguran en la actualidad haber visto a una chica joven de cabellos dorados y piel blanquecina con un vestido claro que los observaba llorando durante la puesta de sol. Todos ellos, coinciden afirmando que cuando se acercaban para preguntarle si necesitaba ayuda, la mujer se desvanecía ante sus propios ojos.