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Incoherencias y sainetes

Por Gabriel Le Senne
jueves 04 de mayo de 2023, 06:00h

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Una de las cosas más deprimentes del debate —¿circo?— político es su paupérrimo nivel intelectual. Y no parece que se pueda culpar de ello a los políticos; al menos, no exclusivamente: ellos se adaptan a lo que entienden que demanda su mercado; su público objetivo. De modo que, si el nivel del debate ha ido descendiendo década tras década, probablemente se deba a que también lo ha hecho el nivel del electorado.

El caso es que da la impresión de que la política se asemeja cada vez más a un espectáculo, a un teatro, donde todo se hace de cara a la galería. Y es que el personal parece fijarse en la anécdota o en los personajes, mucho más que en las ideas, las propuestas o el programa.

Por ejemplo, la comidilla ahora es el sainete de Ayuso y Bolaños, que alimenta la sensación de enfrentamiento a muerte entre los dos grandes partidos, quizás en beneficio de ambos. Podría ser la traslación del famoso “nos conviene que haya tensión” de ZP a Iñaki Gabilondo. Mas ¿tiene importancia realmente? ¿No sería mejor detenernos en analizar en profundidad las normas aprobadas esta legislatura y debatir sus efectos, pretendidos o reales?

Tuve ocasión de comprobarlo ayer en vivo y en directo en el debate celebrado en el Diario de Mallorca entre los candidatos a presidir el gobierno balear: cuatro bloques temáticos, para los que cada candidato exponía sus propuestas durante minuto y medio, seguido de un intercambio de ocho minutos donde cada uno lanzaba sus andanadas, pero donde el debate real de ideas brilló por su ausencia. Abundaron los eslóganes biensonantes pero incoherentes, cuando no las mentiras lisas y llanas.

Las falsedades más llamativas y grotescas, que ya hemos tenido que denunciar anteriormente, se refirieron, como no, a VOX. Desde todos los partidos, incluso el Ciudadanos en peligro de extinción —quizás precisamente por esto. Su candidata Patricia Guasp nos calificó de “extremistas”. La actual presidente Francina Armengol fue más allá: que no condenamos el fascismo. Falso de toda falsedad: VOX condena todos los totalitarismos. Tanto el nacional socialismo, como el socialismo a secas o comunismo. El PSOE, en cambio, ha colocado en la vicepresidencia del gobierno de Sánchez a una comunista recalcitrante, nada menos. Para rematar, el candidato de Més llegó a afirmar que VOX ataca “los fundamentos democráticos”. Me gustaría saber cómo, si VOX defiende el cumplimiento estricto de la ley y de la Constitución.

Aún más material que glosar tenemos en el capítulo de incoherencias. Por ejemplo, toda la izquierda insiste en la consigna facilona de que “la vivienda es un derecho, no un bien”. Pero al mismo tiempo, anuncian que no van a dejar construir. Si no se construye, es evidente que, ceteris paribus, el precio de la vivienda sube. Las leyes económicas son como la ley de la gravedad: puedes pretender que no existe, pero mejor no hagas balconing. Podrás decir que la vivienda es un derecho, pero no por eso vas a tener una. Y si te dedicas a intervenir los contratos de alquiler, menos.

Más paradojas: Cs dice representar a los liberales, pero su propuesta estrella es dedicar un 3% del PIB a I+D (gasto público, se supone). En relación con esto, todos hablan de diversificar la economía, pero llevan décadas deshaciendo el tejido industrial y el sector primario; ahora más que nunca con la Agenda 2030 y la calentología (lean a José-Ramón Ferrandis o a Fernando del Pino al respecto).

En fin, podríamos seguir y seguir, pero para no cansarles, termino con tres incoherencias que me parecen de lo más llamativo. La primera, que la izquierda dice defender a los humildes, pero en realidad los hunde con sus políticas: el decrecimiento, que algunos defienden sin ambages, significa más paro, menos riqueza. Las familias acomodadas seguirán comiendo. ¿Quién lo pasará realmente mal? Los humildes, como siempre. Segunda: dicen defender a las mujeres, pero con el fenómeno trans las borran. Si todos podemos ser mujeres en cuanto queramos, la categoría ‘mujer’ se vuelve irrelevante. No pueden ni definirla.

Tercera y última paradoja: el Diario de Mallorca celebra el acto íntegramente en catalán, pero publica en español. Es probable que muchos de sus lectores sólo entendieran a Patricia Guasp y a Jorge Campos. Cosas de la política.

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