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Pere Comas, mi mentor y amigo
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Pere Comas, mi mentor y amigo

Por Josep Maria Aguiló
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jmaguilomallorcadiariocom/8/8/23
lunes 27 de marzo de 2023, 17:25h

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Si no hubiera sido por Pere Comas, yo nunca habría llegado a ser periodista. El primer contacto que tuve con él fue a principios de enero del año 2000. Sin conocerle, le llamé por teléfono para decirle que quería colaborar con Última Hora de algún modo. En aquel momento, no tenía trabajo ni ingresos, después de haber abandonado voluntariamente mi empleo como coordinador de vuelo en Son Sant Joan en agosto de 1999.

En el aeropuerto había sido feliz durante más de una década, trabajando como fijo discontinuo para Iberia cada verano, pero desde hacía años se me había metido en la cabeza el sueño no del todo racional de empezar una vida distinta, como periodista o escritor. En aquellas fechas yo contaba ya con 36 años de edad y había intentado previamente colaborar con algún diario local, pero hasta aquel momento no había habido excesiva suerte.

Cuando llamé a Pere aquella primera vez, no tenía aún ninguna experiencia como periodista, pues apenas había publicado algunos pequeños textos en alguna revista de la Part Forana. Tampoco había estudiado Periodismo, sino Filosofía. Además, no había nadie que pudiera avalar mis presuntas —o incluso quizás delictivas— aptitudes para la escritura. Cualquier otra persona que no hubiera sido Pere, se habría desecho de mí más o menos elegantemente justo en aquel instante o me habría colgado a los dos o tres segundos, pero Pere no sólo no hizo eso, sino que me animó a que le mandase una copia de aquellos textos míos, para poder leerlos y valorarlos. Así lo hice al día siguiente.

Unas pocas horas después, me llamó para concertar una entrevista en su propio despacho. En aquel encuentro inicial, me comentó que en principio el diario no necesitaba más colaboradores, pero que aun así había decidido encargarme un primer reportaje, para ver qué tal resultaba, porque le habían gustado los pequeños textos que le había enviado. "Escribes muy bien", me dijo, lo que me llenó de ilusión, de gratitud y de esperanza.

Aquel reportaje se tituló 'La Soledat, en lista de espera' y se publicó el 27 de enero del año 2000. Aún lo conservo. Y todavía hoy recuerdo aquella fecha como uno de los días más felices de mi vida. A ese primer reportaje le seguirían poco a poco otros reportajes, así como también crónicas, informaciones, entrevistas y algún artículo de opinión.

Esos primeros pasos, aún inseguros y titubeantes como los de un bebé ya de por sí inseguro y titubeante, fueron posibles gracias a Pere y a la confianza que igualmente depositaron entonces en mí dos grandes periodistas de Última Hora, Lourdes Terrasa en la sección de 'Local' y Javier Rodríguez en la de 'Discreto'. Por ello, quisiera expresar también hoy mi reconocimiento especial hacia ellos dos y hacia todos los compañeros que me acogieron en el diario como uno más, ayudándome siempre y dándome muy buenos consejos.

Ese apoyo fue decisivo para que apenas unos meses después pudiera entrar ya en plantilla en el diario. Por decisión personal de Pere, desde 2001 hasta 2009 cubrí la información municipal del Ajuntament de Palma, una labor que felizmente pude simultanear en un primer momento con una columna dominical centrada en Ciutat, 'Pleno al 15', y luego con una columna ya diaria, 'Los duendes de la ciudad', por la que siempre sentí un cariño muy singular y duradero.

Permanecí en Última Hora hasta septiembre de 2009, momento en el que decidí emprender nuevos caminos profesionales, si bien años después volví a colaborar con el diario y lo sigo haciendo todavía ahora, con el mismo entusiasmo que en aquellos años iniciales.

A lo largo de mi primera etapa de casi diez años en Última Hora, Pere y yo hablábamos casi diariamente, no sólo del trabajo, sino también de algunas de nuestras aficiones compartidas, como el cine, la política o la historia. Más que una relación profesional entre director y redactor, que también, había entre nosotros una relación sobre todo de amistad e incluso casi paterno-filial. Así que las poquísimas veces que me riñó o que se enfadó conmigo, casi siempre con razón o con fundamento, lo hizo más como un amigo o un padre que no como un jefe o un superior. La verdad es que yo le quería y le apreciaba mucho.

Pere siempre me pareció una persona muy cálida y cercana, que sabía escuchar y que se preocupaba sinceramente por las posibles vicisitudes personales o de otro tipo que pudiéramos tener los distintos integrantes de la redacción en algún momento dado. Era también muy trabajador y muy responsable, y siempre estaba pensando en cómo hacer de Última Hora un diario cada día mejor.

Nuestro mutuo aprecio personal se mantuvo prácticamente intacto tras mi marcha inicial del diario en 2009. Así lo podíamos constatar ambos cada vez que nos topábamos casualmente por las calles de Palma o cuando coincidíamos en algún evento, como la exposición que hubo en 2018 en Es Baluard por los 125 años de Última Hora.

Recuerdo también con especial cariño un día de Navidad en que coincidimos en La Bonanova. Yo había ido a la residencia con mis dos hermanos para almorzar con mi madre. Tras saludarnos, se acercó a ella y le dijo: "Su hijo es un gran periodista". Mi madre sonrió llena de orgullo y yo me emocioné profundamente. Nunca olvidé ese gesto de bonhomía y de generosidad por parte de Pere.

La última vez que hablé con él fue poco antes del inicio de la pandemia. Charlamos un rato por teléfono y se mostró tan cálido y humano conmigo como siempre. Nos despedimos con la idea de quedar un día para tomar algo y charlar un poco de todo, como habíamos hecho tantas veces en el pasado, pero de inmediato llegó el confinamiento y poco después supe que Pere estaba gravemente enfermo.

En el fondo de mi corazón yo esperaba y deseaba que se pudiera recuperar, pero finalmente no fue así. Pere falleció el 20 de octubre de 2020 y sentí su muerte muy profundamente. Para mí era mucho más que la persona que había confiado en mí dos décadas atrás y que había sido además un verdadero y generoso mentor. Para mí era también alguien que había cambiado mi vida para bien para siempre, es decir, un verdadero amigo.

Si tuviera que definir hoy a Pere con sólo dos o tres palabras, diría que esencialmente fue no sólo un excelente periodista, sino también casi lo mejor que uno puede ser en esta profesión y seguramente quizás aún mucho más en la vida: una buena persona.

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