Nueve de cada diez jóvenes de Baleares entre los 13 y los 18 años consume pornografía de forma habitual. Esta la principal conclusión del 'Estudio sobre pornografía en Baleares: acceso e impacto sobre la adolescencia, derecho internacional y nacional aplicable y soluciones tecnológicas de control y bloqueo', impulsado por el Govern. En el estudio han participado 3.629 jóvenes, 2.592 familias y 75 centros de Baleares de las cuatro islas. Además, se ha realizado un grupo de discusión con cerca de 60 adolescentes y se han incluido también consultas a expertos.
El estudio revela que el 20 por ciento de los jóvenes sufre problemas por el consumo de estos temas y que son los varones los que más habitualmente acceden a este tipo de contenidos. Concretamente, un 34,3 por ciento de los adolescentes varones los consumen diariamente frente al 2,5 de las chicas. En cuanto a edades, un 93,3 por ciento de los encuestados ha tenido los primeros contactos con la pornografía antes de los 14 años, siendo los chicos algo más precoces que las chicas -12,7 años de inicio ellos frente a los 12,9 de ellas-.
La percepción de las familias, sin embargo, está muy alejada de esta realidad. Sólo un 20 por ciento de las familias reconocen que sus hijos consumen pornografía lo que, frente a los elevados datos reconocidos por los propios jóvenes, demuestra que el entorno familiar no es consciente del alcance real del problema.
Las conclusiones de la encuesta son alarmantes y las consecuencias de este consumo deben preocupar. Los expertos consideran que la visualización de pornografía -especialmente aquella que es violenta o extrema- provoca entre los jóvenes un aumento del sexismo, la violencia sexual, el desarrollo de relaciones sexuales precoces y no saludables, a la vez que impacta en la salud mental de una población que aún está en proceso de formación.
El acceso de menores al porno está prohibido por ley y se aplica en cines y en televisión. No así en internet, donde el establecimiento de filtros y límites es imposible. La desprotección de los más jóvenes, por tanto, es enorme y los perjuicios son mayúsculos. Conocer los datos es el primer paso para afrontar el problema; queda pendiente, sin embargo, emprender acciones concretas -de formación, apoyo social, legislativas...- que permitan construir una sociedad más sana sexual y mentalmente. Empezando por los más jóvenes.
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