Desde que siendo apenas adolescente leí unas cuantas novelas de Tolstoi y Dostoievski de la biblioteca de mi padre he sido un apasionado de la literatura rusa y, con el tiempo, de la cultura rusa en general, en particular de la música y las artes plásticas, cuyos artistas, sobre todo los vanguardistas de principios del siglo XX, siguen fascinándome desde el día que los descubrí. Como consecuencia lógica, también me he interesado por la geografía y la historia de Rusia, así como por la lengua, que he intentado aprender en dos ocasiones, la primera hace muchos años quedó solo en intento, la segunda en la actualidad sigo en ello, avanzando con dificultad por los vericuetos de un idioma complejo, difícil, pero sumamente bello, eufónico y con un bagaje léxico y una capacidad expresiva difícilmente igualables.
Así pues no es de extrañar que sienta un especial interés por el conflicto generado por la guerra de invasión de Ucrania que el ejército ruso inició hace ya casi un año, contraviniendo la legalidad internacional y, en especial, la razón, la justicia, la ética y la decencia. Antes del inicio de la guerra, desde la anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia y la deliberada desestabilización promovida por agentes al servicio del Kremlin de las provincias de Donetsk y Lugansk en el este de Ucrania, en la región geográfica del Dombás, ya escribí en diversas ocasiones sobre el tema en este foro que me proporciona Mallorcadiario, y también lo he seguido haciendo después de la invasión.
En este último año también he releído algunos libros de historia de Rusia y Ucrania, sobre todo de la Revolución de Octubre, como los dos titulados “La revolución rusa” de Richard Pipes uno y de Orlando Figes el otro, ya que los años que van del derrocamiento de los zares al triunfo final de los bolcheviques en la guerra civil y el establecimiento de la URSS, 1891 a 1921, son el periodo fundamental para comprender cómo se configuró la posición de Ucrania dentro de la Unión Sovietica. Ambos libros son excelentes, con matices diferenciadores, lo que hace más enriquecedora la lectura de ambos, pero que coinciden en lo esencial.
Sin embargo, para poder entender las raíces del conflicto actual es necesario profundizar en la historia de ambas naciones, para lo cual he recurrido a dos libros de publicación reciente: “La historia de Rusia” de Orlando Figes y “Las puertas de Europa (pasado y presente de Ucrania)” de Serhii Plokhy. Los autores de ambos libros, tratando uno de Rusia y el otro de Ucrania, coinciden en que los mitos fundacionales que políticos y algunos intelectuales de ambos países hacen suyos son solo eso, mitos, pero el problema es que ambos reivindican el mismo: la fundación de la Rus de Kiev por el príncipe Vladímir/Volodímir, curiosamente el mismo nombre que los dos actuales dirigentes de ambos países: Vladímir Putin y Volodímir Zelensky.
El surgimiento de las identidades rusa y ucraniana es posterior y las diferentes vicisitudes históricas han conformado dos realidades diferentes, aunque es cierto que los siglos de sometimiento de Ucrania, también de Bélarus, al imperio ruso, han supuesto el establecimiento de un sentimiento de pueblos hermanos y la sustitución lingüística, en especial en la zona oriental de Ucrania y sobre todo después de un importante flujo de población rusa a esa zona.
Ambos libros también coinciden en la voluntad de la gran mayoría de los ucranianos de desvincularse de la influencia rusa e integrarse en Europa y en que una minoría, sobre todo en el este, tiene un sentimiento prorruso y preferiría una asociación o integración con Rusia, pero ambos insisten en que se trata de un pequeño porcentaje de la población, excepto en Crimea, donde son rusos étnicos y la situación es diferente.
Otro libro que me ha ayudado mucho a entender la decisión de Putin de invadir Ucrania es: “Los hombres de Putin” de Catherine Belton, que relata con todo lujo de detalles como él y un grupo de hombres de su confianza, casi todos procedentes de los servicios de seguridad, con la complicidad de algunos oligarcas y la inspiración de ciertos intelectuales paneslavistas y euroasianistas, así como la aquiescencia vergonzante del patriarca de la iglesia ortodoxa rusa, se hicieron con el poder en Rusia hasta dominar y controlar el país por completo.
De especial relevancia en la decisión de Putin son las opiniones de Alexander Duguin, que defiende el paneslavismo y la reconstrucción de todo el espacio eslavo, que para él significa ruso, de la antigua URSS y la creación de un nuevo imperio ruso euroasiático, defensor de la religión ortodoxa y los valores tradicionales frente a la decadencia moral de Occidente, algo que viene siendo defendido cada vez con mayor intensidad por el propio presidente ruso y sus adláteres.
Recomiendo estos libros a quien quiera ahondar en la comprensión de los orígenes del conflicto actual y de la historia de Rusia, la URSS y Ucrania, aunque desde luego no son los únicos y siempre se me puede acusar de que ninguno aporta la visión de los rusos paneslavistas, o de los ucranianos prorrusos, pero es que no he encontrado ninguno publicado en español o catalán.