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Catalina Sureda o la herencia de una genética artística
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Catalina Sureda o la herencia de una genética artística

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Nos plantamos en Valldemossa pasado el mediodía. Después de aparcar, nos dirigimos hacia los jardines de Sa Cartoixa y un poco antes de llegar, observamos a nuestra protagonista recogiendo hojas secas y manojos de hierbas de su jardín.

Hola Catalina… ¡Buenos días! Pasad, a veces las ovejas de las fincas colindantes saltan y arrasan con todo lo que encuentran.

¡Qué lugar más acogedor!

Aquí hago las esculturas, me resulta cómoda para eso. Para pintar tengo el estudio en Palma. En invierno pinto o esculpo por las mañanas, en verano no tengo horario.

Entramos en la casa y Francisca nos sugirió que para las primeras fotos nos sentásemos en unas butacas uno frente al otro y así, dar inicio a la entrevista. Era reconfortante el calor de la chimenea.

Catalina Sureda Cañellas, nace el 29 de mayo de 1957 en el Molí de Sa Cabaneta, edificio histórico que el Ajuntament de Marratxí convirtió en el Museu del Fang.

El mismo día en diferentes años, nacían en 1698 Edmé Bouchardon el escultor francés más influyente de su época, en 1860 el compositor español Isaac Albéniz, en 1917 el presidente estadounidense John F Kennedy, en 1958 la actriz americana Annette Bening.

Su abuelo Juan Sureda Bimet, fue un intelectual que tuvo relaciones con celebridades de la época como Azorín o Unamuno, Rubén Dario. Es uno de los personajes del libro de Albert Vigoleis Thelen “La isla del segundo rostro”. En 1896 se casó con Pilar Montaner célebre pintora impresionista, aventajada a su tiempo, residían en el Palacio del rey Sancho de Valldemossa. Pilar recibió clases de Antoni Ribas, de Ricardo Ankerman, de Sorolla. En su casa se dieron cita, pintores de la talla de Joaquín Mir, Santiago Rossinyol, Anglada Camarasa, Tito Cittadini, y Antoni Gelabert como uno de sus mejores amigos.

Sí, nosotras siempre oímos hablar y contar anécdotas de tanta gente conocida con la que compartieron horas nuestros abuelos y nuestros padres y ese entorno nos contagió.

Su padre, Pedro Sureda, nació en 1909 Valldemossa fue un pintor que desplegó de manera soberbia su fascinación por el paisaje mallorquín, dibujante de viñetas humorísticas y creador de personajes para distintos medios de comunicación, falleció en 1983. El Casal Solleric y la Fundació Coll Bardolet le rindieron merecidos homenajes. Su tío Jacobo fue poeta y su tía Pazzis escultora.

Su madre, Catalina, natural de Sa Cabaneta, ama de casa, del matrimonio nacieron tres hijas: Elvira, Maria Dulce “Ñon” y Catalina.

¿Qué vivencias de su infancia podemos conocer?

Mis padres nos transmitieron felicidad. Mi padre era un hombre con gran sentido del humor, disfrutaba con los animales y la naturaleza y nos inculcó este sentimiento. Teníamos un asno que era muy terco, le trataban tan bien que se creía el jefe y nos hacía enfadar porque se comía las flores de las plantas. Le llamaban Caravaco y se hizo famoso, incluso le escribieron un libro. Mis padres se trasladaban asiduamente de Sa Cabaneta a Valldemossa en carro y allí les recibían con música junto al hotel El Artista el grupo Los Valldemossa, le brindaban una fiesta al animal. Me pasé un invierno entero viviendo en el pueblo. También teníamos un gallo que alguna vez nos atacó. Una oveja, un boc, un visón, gatos, uno estuvo veinticinco años conmigo. Yo siempre fui muy tímida y mi madre se molestaba conmigo por lo poco que hablaba.

Era costumbre el día de Reyes visitar la finca s’Olivaret en Alaró que tiempo atrás fue de la familia y regresábamos cargados de carbón y aceite.

¿Qué tal fue cómo estudiante?

La escuela era unitaria. Los dos sexos y todas las edades confluían en las mismas clases. Teníamos una maestra muy severa. En general la educación del cole. A mi particularmente no me gustaba nada, tal vez por eso nunca tuve que repetir. Era perezosa y no me consideraba buena estudiante, me esforzaba para estar allí el menos tiempo posible y solo estudiaba lo justo para aprobar. Durante una temporada, una vez a la semana no asistía a clase. Mis padres me llevaban a recorrer rutas de Mallorca, con una amiga periodista muy divertida, Malen Salisbury que nos transportaba en su furgoneta “Vannete” y visitábamos fincas.

Siendo algo mayor, pasé al Colegio Cide para hacer el bachiller y sacaba una nota media de 6,5 en todas las asignaturas, menos en manualidades que se quedaba en sobresaliente. Acabé en COU.

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¿Qué puede contarnos de su adolescencia?

Seguía siendo muy tímida. Me entretenía con las manualidades y acompañando a mi padre cuando salía a pintar al natural, él me daba una tela para que practicase y me corregía. Me enseñó a limpiar los pinceles y es una costumbre que no he perdido. Habitualmente me pasaba por casa de nuestros vecinos junto al Moli de Sa Cabaneta, para aprender a modelar el barro y a hacer figuritas, siurells. Me encantaba escuchar las historias de “Mestre Felip” y los consejos de su mujer “Mado Sibet”, para mí aquello era absorbente.

Al “Moli” acudían personajes de lo más peculiar, artistas del mundo literario y del arte y mi madre les preparaba té en invierno y helado en verano. Fui la última persona que nació en ese edificio.

Yo me trasladaba a todas partes con la Vespa de mi padre que por cierto la guardé hasta 2021. Un coleccionista se encaprichó y se la vendí.

En cierta ocasión, una amiga mía me invitó a marchar con ella a estudiar a Barcelona pero al final me decanté por ir a Arts i Oficis y me equivoqué, no me gustó nada. Mi padre que era amigo del escultor Mario Vives y de su mujer Françoise le pidió que me diera algunos consejos. Tenía el taller en una planta baja y se movía en silla de ruedas. Me enseñó lo imprescindible de la técnica. Más adelante fui a clases con Remigia Caubet.

En 1982 se casa y durante los siguientes veinte años abandona sus trabajos artísticos…

La escultura no daba dinero y en 1987 mi marido montó una tienda de marcos en la calle Concepción de Palma y durante varios años me ocupé de especializarme en cortar marcos y escoger los que mejor se adaptaban a las pinturas, asesoraba a los clientes. Con mi marido nos íbamos a las ferias y comprábamos materiales, teníamos muchos clientes y venían a enmarcar de todos lados, hasta una asistente de la familia real. Allí en el taller empecé otra vez a pintar. Con una serie de amigos que se pasaban, hacíamos tertulia, con una cliente inglesa, Carlota, volví a estudiar y fui a clases con María Isabel Ballester hija del pintor Cándido Ballester, ella me ayudó a sacar lo que llevaba dentro, aprendí a hacer vaciado de moldes y moldes perfectos, su padre decía que mis piezas eran muy hermosas. Era un ambiente único, escultura, dibujo de figuras al desnudo, a veces hacíamos maratones hasta que el cuerpo y la mente decían basta.

Por unos momentos se queda en silencio y en sus ojos húmedos se percibe que ese recuerdo la ha emocionado.

En 2004 se atreve con su primera exposición…

En la Galería Mediterránea. Fue un especie de homenaje a mi madre que había fallecido en 2002. Mostré un trabajo de mi conexión con la naturaleza y los animales y plasmé una serie de paisajes metafóricos. Al acabar el montaje me sentí conmovida por lo que estaba viviendo. La sala se llenó de amigos, conocidos y algunos que no había visto nunca. Los Sureda siempre hemos tenido poder de convocatoria, cuando se hizo el homenaje a mi padre en 2009 en el Casal Solleric, el lleno fue histórico.

A partir de ahí vinieron numerosas oportunidades de exposiciones de pintura y escultura principalmente. Destaca la de “Animalons” en la Galería Araco, una representación de animales reinventados, gatos, cabras, ciempiés. Nos cuenta que se vendieron todas las piezas.

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Hacía un buen rato que estábamos sentados cerca de la chimenea y Francisca nos aconsejó un cambio de ubicación, una sala contigua sentados junto a una ventana y a un retrato de su hermana Elvira que hace unos meses había fallecido.

Siempre fue un soporte importante para mí, pero la vida a veces nos sacude con golpes inesperados.

Sus obras atesoran recuerdos, muchos de su juventud, animales, paisajes, las hay repartidas por la casa. Algunos retratos…

Hay cuadros de un tiempo que pasé en Ibiza y que pinté y dibujé gatos y gatos. En cuanto a los retratos es una disciplina en la que soy muy auto exigente. Procuro recoger el alma de aquel ser al que retrato y considero fundamentales la ética y la estética en mis trabajos.

¿Qué tipo de pintura y que artistas son para usted referenciales?

El expresionista Egon Schiele discípulo de Gustav Klimt, Munch, Kim Van Dongen, Braque (el fovismo), los artistas franceses del grupo Nabis y su preocupación por el color.

Había transito de animales en aquel paisaje. Muchos de ellos formaban parte de remotas escenas que se acomodan en la memoria. Como si se hubiese provisto de un don natural, tal vez por el vínculo genético, el don de la simplicidad en la expresión, en el lenguaje plástico que ya desplegase Pedro Sureda, o Pilar Montaner, cuando desvelaban esas percepciones espirituales que solo están en la mente y en los ojos de esos seres de especial sensibilidad.

Háblenos de sus aficiones…

Me apasiona el mundo del cine. A pesar de mi timidez he participado como figurante en la película “Pan de limón con semillas de amapola” del director Benito Zambrano y me he presentado a algunos casting. Voy a clases de baile de Burlesque con Leda Eliana Turitich. Me da vitalidad nadar en el Port de Valldemossa, me encanta hacer excursiones, gozar de la naturaleza, asistir a conciertos.

En Pascua, colaboro con la lectura de poemas en la representación del Vía Crucis de Palma que conduce el director de teatro Bernat Pujol.

Otra de las cosas que me apetece es viajar.

Catalina nos confiesa que la fauna digital no es de su agrado, se estresa con la tecnología, piensa que resta afecto y atención a lo que nos rodea. Cree que la pandemia ha sido creada para coartar nuestras libertades y tenernos controlados y atemorizados, cargados de medicamentos y necesitados de vacunas. Con el tiempo se verán las contraindicaciones.

Ha dicho que le gusta viajar. Descúbranos lugares que ha visitado…

Nunca hago viajes lejanos en avión, adoro ir a Menorca, allí hice un curso de escultura en las canteras de marés de s’Hostal de Ciutadela, una experiencia singular bajo la dirección de Leticia Casta. Así mismo he ido a Londres, a París, a Venecia, al desierto de Túnez.

En varias ocasiones he viajado a la Toscana, una vez con mi hermana y otra vez con amigas, en barco hasta Barcelona, luego nos desplazamos hasta Génova y pasamos por Pistoia para visitar el Museo de la fundación del escultor Marino Marini, nacido en esa localidad.

Salimos afuera de la casa y nos comenta que en Valldemossa se celebra un acto cultural desde 2014 de la que es la impulsora…

El 12 de octubre de cada año y en honor a mi abuelo y a mis tías, reunimos cerca de aquí a gente variopinta en los Jardines de Son Mosenya. Desde que empezamos han sido habituales las “Vetlades poétiques” y se han ido incorporando otro tipo de encuentros intelectuales, literarios, musicales, flamenco, cante, baile. Cada año más y más.

En los jardines de Sa Cartoixa se alza una escultura de Catalina Sureda, dedicada a la figura de una ejemplar mujer: Catalina Homar.

Cuando recibes un encargo de estas características siempre se convierte en un reto y más por la relevancia del personaje. Es un busto elaborado con barro refractario, policromado parcialmente y asentado sobre piedra.

El interés que despierta en la cantidad de visitantes que pasan por Valldemossa, ha difundido la leyenda de Catalina Homar nacida en esa localidad en 1868. En su adolescencia y con el estímulo del Arxiduc Lluis Salvador se convirtió en la “Madona de s’Estaca”. Una de las fincas más emblemáticas de Mallorca. Incorporó nuevas técnicas vinícolas que fueron premiadas en Chicago, Mallorca, Madrid, París y Viena.

Caminamos hacía un ala contigua de la casa. Pasamos por encima de una plataforma de madera, como una especie de pequeño puente que nos condujo a su taller. Envueltos entre figuras de barro y de bronce…

En este espacio nacen prácticamente todas mis esculturas y al mismo tiempo también doy algunas clases. Me complace dar clases a personas que se interesan por el arte.

Del moldeado de aquellos materiales había surgido una pieza escultórica y luego vendrían otras de forma tridimensional. Estaba rodeada de barro, piedras, de madera, de metales que la miraban con deseo de ser los elegidos. Aquel día estiró su mano y se decidió por el barro.

Dio inicio a ese proceso ancestral y primigenio de conectar con la tierra, ese acto casi instintivo que la acompañaba desde la infancia.

Nuestra entrevista había llegado a su fin y Catalina comenzó a cerrar las persianas de aquel hogar que nos había acogido gratamente durante unas horas y en las que por primera vez ese año, había notado la presencia del invierno en el ambiente y en el cuerpo.

Gracias por vuestra visita. Ya sabéis que cuando os apetezca, os pasáis por aquí y seréis bien recibidos.

Antes de dejar Valldemossa, Francisca y yo aprovechamos para comprar unas cocas de patata de Ca’n Molinas para tomar con chocolate caliente.

Texto: Xisco Barceló

Fotografías: Francisca R Sampol

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