El apoyo masivo que ha recibido la profesora de catalán que propició la expulsión de toda una clase de La Salle por colgar una bandera de España para apoyar a la selección de fútbol no ha contado con una acción similar hacia los padres y los alumnos del centro. Ambos, profesora y padres, han recibido insultos y amenazas en las redes sociales, pero sólo la profesora ha merecido el apoyo de las autoridades -con Armengol al frente-, que se han manifestado vigorosamente en contra de los exabruptos vertidos contra la docente, llegando a movilizar a la Abogacía de la Comunidad por si hubiera algún hecho constitutivo de delito. Para los padres, nada.
Todos los insultos y amenazas lanzados contra los protagonistas de este lamentable suceso son censurables. Y quienes tan enfervorecidamente han defendido a la profesora sin hacer lo mismo con los padres deberían saberlo, porque de no hacerlo corren el riesgo de ser tachados de complacientes con quienes han arremetido desde el otro lado.
Sobre el hecho en sí, aún queda por conocer el avance de la investigación emprendida por el centro y por la Conselleria. El departamento que dirige Martí March se ve manifiestamente incómodo con el asunto y ha insistido en que la investigación es de "carácter interno" sin que de momento -en un ejercicio de falta de transparencia- tenga intención de comparecer oficialmente para dar cuentas del suceso.
El colegio, por su parte, tiene un problema si una directriz dada por el tutor del curso -que autorizó a los alumnos para colgar la bandera junto a un cartel que señala expresamente el apoyo a la selección de fútbol- es incumplida por una profesora. Todo ello debe quedar esclarecido y el primer interesado en ello debe ser La Salle, cuyo discurso sobre la convivencia y la tolerancia se ve seriamente comprometido si la propia jerarquía del centro resulta alterada por una docente al grito de "no voy a dar clase con ese trapo delante".
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