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País de chapuzas e indefensión del consumidor

martes 15 de noviembre de 2022, 07:00h

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Hace unos meses decidimos colocar paneles solares en nuestra casa, con el doble propósito de contribuir con nuestro pequeño grano de arena a la sustitución de energía fósil contaminante por energía limpia, tan necesaria para mitigar el incremento global de temperatura, y también de ahorrar, a la larga, cuando hayamos amortizado la inversión inicial, en la factura de la electricidad.

La instalación fue bastante rápida y en la oferta se nos aseguró que sustituirían cualquier teja que resultase rota o deteriorada durante la misma. Una vez colocadas y funcionando las placas, detectamos que había un número excesivo de tejas rotas que no habían sido reemplazadas, lo que pusimos en conocimiento de la empresa, y al cabo de unos días volvieron y procedieron a la colocación, suponíamos, de tejas nuevas.

Una vez terminada la reparación, las tejas quedaron aparentemente bien. Nosotros no tenemos edad para encaramarnos al tejado y realizar una inspección a fondo y, mirando desde la escalera, parecía que las cosas estaban en su sitio. Pero cuando han llegado las primeras lluvias, a finales de septiembre, empezamos a tener problemas de goteras, no muy graves, pero obviamente inaceptables.

A partir de ahí, comenzó el calvario. Después de cuatro semanas de llamadas y correos electrónicos conseguimos una respuesta, en la que se nos requería que enviáramos fotos de los desperfectos de las tejas y las goteras. Como pudimos, hicimos unas fotos de los desperfectos más obvios que observamos y las enviamos, advirtiendo de que la extensión de los daños seguro que era superior.

Al cabo de algunas llamadas y un par de semanas más conseguimos la visita de un técnico de la empresa, que realizó una inspección muy profesional y llegó a la conclusión de que los desperfectos son de envergadura y atribuyó el problema a la impericia de los operarios de la empresa que colocó las placas, que era una subcontrata y que ya no trabajaba con ellos.

Y ahora, ¿qué? La cuestión es realizar un estudio exhaustivo del problema y de la solución, pero no disponen de suficiente personal cualificado, con lo que el arreglo puede retrasarse semanas, o meses, y entrar en la época de lluvias con las goteras sin arreglar.

Se nos propone que solicitemos un presupuesto y lo remitamos para su aprobación por parte del seguro de la empresa, pero probablemente nos propondrán pagar nosotros y que luego, al cabo de semanas o meses, nos lo reembolsarán.

Hemos solicitado un presupuesto de reparación y cuesta casi tanto como costó la instalación, así que no estamos dispuestos a adelantar tanto dinero 'sine die'. Pero es que, además, hay otro problema: las tejas rotas y mal colocadas están debajo de las placas, lo que significa que hay que quitarlas para volver a colocarlas después de la reparación, y eso debe realizarlo obligatoriamente la empresa, ya que solo ellos pueden manejarlas. Tropezamos, por tanto, con el problema de la falta de personal cualificado.

Así que estamos ante el hecho de que, ni pagando, no sabemos cuándo se podrá solucionar el problema, ya que el factor limitante es la disponibilidad de equipos que puedan quitar las placas para proceder al arreglo de las tejas.

Una chapuza realizada por personal incompetente subcontratado, una empresa que ha cobrado y ahora no le resulta rentable dedicar un equipo a retirar las placas para luego volver a colocarlas, una compañía de seguros que remolonea a la hora de aprobar la reparación, y nosotros, que hemos pagado religiosamente, con el tejado averiado y la amenaza de goteras en cuanto empiece a llover, como la semana pasada.

Lo dicho, un país de chapuzas e indefensión del consumidor.

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