El Consell de Mallorca ofreció ayer resistencia numantina a aceptar que se han venido haciendo las cosas rematadamente mal en el asunto de las menores tuteladas que fueron víctimas de las redes de prostitución. El informe de la Unión Europea es absolutamente demoledor, y no basta con que los actuales responsables indiquen que están aplicando las medidas sugeridas para tratar de corregir esa situación (¡Solo faltaría que siguieran de brazos cruzados, como han hecho durante años!), porque en política las irresponsabilidades se pagan solo con dimisiones o, a veces, con condenas penales.
El Pacte cerró filas desde el primer momento, y es preciso recordar que sus primeras intervenciones fueron para quitarle hierro al asunto, presentándolo como algo inevitable derivado de la condición de esas menores y su complicada edad y, por supuesto, que se trataba de un problema que ocurría en todas partes. El ventilador de la caca ha sido su principal arma defensiva.
Hay asuntos que son mucho más simples de lo que los políticos pretenden hacernos creer. Para llegar a ser menor tutelado se supone que tiene que haberse dado una situación de desprotección familiar y que la administración, por el interés superior del menor, prive a sus progenitores biológicos de algo tan connatural como es la patria potestad. Que esa situación de desamparo por parte de sus padres se convierta en otra mucho más grave de las instituciones que supuestamente tendrían que velar por su protección convierte a esos menores en dobles víctimas de abandono, familiar e institucional. Y ello resulta imperdonable, porque se paga a esos cargos políticos y a la pléyade de técnicos y psicólogos a sus órdenes únicamente para que esto no suceda. Si sigue ocurriendo, pueden irse todos a su casa y el contribuyente dejará de ver sus impuestos arrojados a la basura.
Obviamente, esto último resulta impensable porque estamos hablando de menores y la administración no puede claudicar de sus deberes más elementales. Luego, lo que hay que hacer, al menos, es exigir responsabilidades -políticas, como poco- a quien las haya tenido. Y, desde luego, no concibo siquiera que quien tenga a su cargo esta cuestión y se haya visto concernido por el asunto tenga, aun hoy, la conciencia tranquila.
Pero, como el partidismo sectario que impera en el Pacte nubla la razón incluso de sus mentes más preparadas, aquí sigue sin suceder nada y Cladera continúa agazapada esperando que el asunto se arregle solo y rogando para que llegue mayo de 2023 y pueda presentarse con alguna buena noticia que le permita camuflar su más sonado fracaso, político y personal.