Muchas personas se preguntan qué importancia puede adquirir la estética, en el contexto económico social en el que se halla inmersa la sociedad actual. Dicho de otra manera: ¿es necesario el concepto de estética, ante el cúmulo de desgracias que se ciernen sobre nuestros bolsillos y todo lo que esta situación provoca? Me parece del todo imposible intentar responder a tamaña disquisición. Otra cosa es opinar al respecto y procurar algunas matizaciones que ayuden a la reflexión.
La estética tiene sus normas. Eso, que dicho así suena raro, dispone de una base sólida; una fundamentación seria y rigurosa que proviene del mundo clásico. Hablo de “normas estéticas” puesto que la gente, en general ignora que, efectivamente, los valores que rigen los criterios según los cuales un objeto es bello o no lo es, parten de una premisas muy justificadas.
Una parte importante de la sociedad cree que, valorar si un objeto es bonito o feo es algo substancialmente subjetivo. Es aquello tan redicho de: “entre gustos no hay disputas”; la falsedad enorme de la citada frase remite a la consideración de qué no existe el buen gusto ni el mal gusto. Es decir, todo el mundo –cualquier hijo de vecino- tiene todo el derecho a opinar en este sentido.
Y yo pienso, de verdad que, evidentemente, toda persona puede opinar sobre lo que quiera; ¡no faltaría más! No obstante, debo indicar que –ejercido el derecho sagrado de la libertad de expresión- el error de la apreciación puede ser monumental. Todo el mundo se calla cuando se trata de discutir sobre la teoría de la relatividad; pero, también, todo el mundo opina (con total frivolidad) sobre un cuadro, una escultura, un edificio, un florero, o un tapiz. Y eso, no debería ser de este modo. Debería existir un punto de decencia sobre el tema.
Sí, efectivamente: ¡hay normas! La estética, el gusto, se basa en criterios científicos que marcan las bases que conducen a la decisión final sobre la belleza o la fealdad de toda realidad física. Hay fruteros terriblemente feos. Y la gente que los compra y los admira, suelen ser, ellos, también, terriblemente feos. Se miran al espejo y no “se ven” nada especial. Eso indica el grado de sensibilidad de cada persona. Allá ellos.
Personalmente, creo en dos conceptos: uno, en situaciones de aguda crisis como la que está sufriendo una parte de la población, me parece más necesario que nunca que lo bello prime sobre lo feo…siguiendo las antes mencionadas normas; y en segundo lugar, es durante el período de crisis, cuando más se debería “enseñar” estética a los niños. Porqué cuando los niños fueran adultos, entenderían que lo bello enaltece el espíritu; mientras que lo feo, lo corrompe…!por si quedaba algo que corromper!