En 2021 se produjeron 921 siniestros mortales en las carreteras españolas en los que fallecieron 1.004 personas y otras 3.728 resultaron heridas graves. Son un 9 por ciento menos que en 2019 y es el segundo mejor año de la serie histórica, pero aún así la cifra continúa siendo dolorosamente alta y demuestra el enorme problema que representan las imprudencias circulatorias en nuestro país, sobre todo por la falta de interiorización del riesgo por parte de miles de conductores que creen que las desgracias al volante siempre les ocurren "a otros”.
Imprudencias como los adelantamientos en zonas de línea continua, los cambios de dirección indebidos, la ausencia del cinturón de seguridad o el uso del teléfono móvil durante la conducción que, por desgracia, siguen cometiéndose día tras día y muy especialmente en épocas como la actual, la estival, en la que los conductores adoptan una actitud “más relajada” en la carretera.
Lo dice la propia DGT que, ante el aumento significativo de insensateces en las carrerteras de Mallorca, se ha visto obligada a incrementar la vigilancia aérea con drones. En el caso de Mallorca, se está controlando especialmente la Ma-10, en la Serra de Tramuntana, ya que se trata de una zona especialmente conflictiva y en la que el tráfico en estos meses de verano aumenta considerablemente.
Hace pocos días conocíamos la imputación de un individuo por conducción temeraria que circulaba "con total desprecio por la vida propia y la de los demás usuarios" por la carretera que une Banyalbufar con Esporles realizando adelantamientos de manera temeraria en línea continua y derrapando al trazar las curvas, y cuyas imágenes acababan en redes sociales para presumir de la hazaña.
Es sólo un ejemplo de los miles que diariamente se dan en España y que demuestran el largo camino que queda aún por recorrer en educación vial. Al volante no se puede cometer una sola imprudencia: hay muchas vidas en juego.