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Sant Jordi

martes 26 de abril de 2022, 05:00h

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Para los que nos gustan la lectura y los libros hay pocos días más felices que el de Sant Jordi, con su exaltación del valor civilizador que representa la letra impresa, emblema de cultura y probablemente el mayor invento de la humanidad, lo que mejor nos define como especie, la representación simbólica del lenguaje y, por tanto, de nuestros procesos mentales y la capacidad de transmitirlos a través del espacio y del tiempo.

Por si fuera poco, la fiesta de Sant Jordi conmemora también el amor, simbolizado por las rosas, sobre todo rojas, así que al regalar libros y rosas estamos declarando nuestro amor, a los libros y a las personas que estimamos.

Una de las muchas consecuencias negativas de esta maldita pandemia ha sido la imposibilidad de disfrutar como es costumbre de la fiesta de Sant Jordi en los últimos dos años. Este año, por fin, íbamos a poder volver a la celebración que tanto hemos añorado, con puestos de libros y también de flores en la calle, delante de las librerías y en lugares señalados, para poder deambular por la ciudad, de tenderete en tenderete, de librería en librería, hojeando libros aquí y allá, comprando el que ya tenías pensado y los que descubres 'in situ' y te emocionan aun más.

Y cuando todo estaba preparado para una celebración gloriosa, los dioses del clima desataron su ira, en forma de día desapacible, con lluvia y un fuerte viento, que hicieron imposible, o casi, el callejeo durante toda la mañana. Afortunadamente, el tiempo se apaciguó hacia el mediodía y ello permitió aun una media jornada de disfrute de la fiesta. Un día de alegría y regocijo a pesar de todos los pesares, y una inmensa felicidad por poder volver a tener un Sant Jordi en la calle. Los que estamos aquejados de amor irreductible por la lectura el interior de las librerías ya lo visitamos con asiduidad durante todo el año, de ahí la importancia y la emoción de que ese día los libros salgan al exterior y las calles se conviertan en librerías a cielo abierto.

Peor fueron las cosas en Barcelona, donde el mal tiempo se convirtió por momentos en una pesadilla de agua, viento y, por si fuera poco, granizo, que levantó y desmanteló algunos de los tenderetes y remojó, sumergió incluso, montones de libros. Encogía el corazón la imagen del local de una pequeña editorial, en concreto Adesiara, que publica en catalán libros clásicos de la literatura y el pensamiento, en una impagable labor en pro de la cultura en lengua catalana, con una gran cantidad de libros extendidos sobre una superficie impermeable y una trabajadora secándolos uno a uno con un secador de pelo de mano.

Y aun así, los barceloneses no se rindieron y el balance final de la jornada ha sido muy positivo, tanto en libros vendidos, como en asistencia a la firma por parte de los autores presentes, lo que demuestra el arraigo de la fiesta y las ganas enormes de volver a celebrar Sant Jordi.

No faltan voces críticas hacia esta fiesta, como también hacia el día y la semana del libro, sobre todo en el sentido de que la mayoría de las personas que compran un libro con motivo de esas fechas señaladas, no vuelven a pisar una librería el resto del año y que sería mejor dedicar esfuerzos y dinero a una promoción permanente de la lectura, sobre todo entre niños y adolescentes, en las escuelas, institutos y facultades universitarias.

Yo creo que ambas cosas son compatibles y que, en efecto, nuestras dilectas autoridades deberían dedicar muchos más esfuerzos y dinero a la promoción de la lectura, en especial entre los más jóvenes, porque un hábito que se adquiere de niño suele permanecer ya el resto de la vida, pero no por ello renunciar a estas celebraciones anuales de los libros, que tanto bien hacen al espíritu de los ciudadanos y, en términos comerciales y económicos, tan beneficiosas son para las librerías y las editoriales y que, en muchos casos, son decisivas para que puedan continuar con su labor.

P.S. A las pocas horas de finalizado el día de Sant Jordi, de madrugada del día 24, murió en el monasterio de Montserrat Josep Massot i Muntaner, monje benedictino, mallorquín palmesano, filólogo e historiador, director durante décadas de las Publicaciones de la Abadía, una persona que dedicó toda su vida al estudio, defensa, conservación, promoción y difusión de la lengua y la cultura catalanas, una enorme pérdida para todo el ámbito de la catalanofonía, e.p.d.

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