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Digital o presencial

viernes 21 de enero de 2022, 06:00h

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Un hombre de 78 años residente en Valencia ha recogido 100.000 firmas en las últimas cuatro semanas para reclamar a los bancos "un trato más humano en las sucursales bancarias". Dice sentirse "apartado" porque casi todas las gestiones son telemáticas. "Tengo casi 80 años y me entristece mucho ver que los bancos se han olvidado de las personas mayores como yo", No nos merecemos esta exclusión", reivindica.​

Este valiente ciudadano -digo lo de valiente por atreverse a denunciarlo públicamente dentro de una sociedad anestesiada- reconoce que ha llegado a sentirse "humillado" al pedir ayuda en un banco y que le hablaran "como si fuera idiota" por no saber completar una operación telemática, así como que ha visto ese mal trato dirigido a otras personas. Por eso, insiste en la necesidad de que "los bancos atiendan a las personas mayores sin trabas tecnológicas y con más paciencia y humanidad, y que mantengan oficinas abiertas donde pueda atenderte una persona; que no todo sea por internet".​

En su alegato, aporta un dato demoledor, que debería remover conciencias: "En la primera mitad del año pasado, los cinco bancos españoles del IBEX 35 ganaron más de 10.000 millones de euros”, por lo que hacer las sucursales más accesibles y ofrecer un trato más personalizado a un amplio sector de la población que no dispone ni del conocimiento ni de las herramientas necesarias para navegar por el mundo digital no parece algo imposible. ​

Desgraciadamente, esta circunstancia ni es exclusiva de las entidades bancarias ni afecta solo a la población de mayor edad, aunque puedan ser nuestros mayores los peor parados de la digitalización masiva que invade nuestras vidas. Para cualquier gestión que uno pretende realizar en estos días, se le remite a una página web desde la que, se nos dice, podrá realizar usted todos los trámites. Pero eso, que suena tan bien, se convierte muchas veces en una odisea.

Tengo que decir que entiendo perfectamente a este ciudadano valenciano y la orfandad que mucha gente siente ante un avance tecnológico que, en lugar de aportarles progreso social, les ha marginado y les ha complicado la vida. Y el COVID ha supuesto una aceleración brusca de este devenir.

Recientemente me vi en la necesidad de realizar unas gestiones con el SEPE, el servicio público de empleo. “Tómatelo con calma”, me dijeron muchos. “Si consigues que te cojan el teléfono, será un milagro”. El caso es que me puse manos a la obra. Primero lo intenté vía telemática. Ni con DNI electrónico ni con acceso ‘Clave’ puede realizar la gestión que pretendía, porque justamente ese trámite requería de cita presencial. Primer contratiempo.

Así que me puse manos a la obra para reservar día y hora para esa cita previa. Primero lo intenté telemáticamente, pero el mensaje que se repetía una y otra vez en mi dispositivo me invitaba a seguir intentándolo. Después de una docena de intentos, decidí utilizar el recurso de la llamada telefónica. Entonces la aventura consiste en hablar con una voz robotizada grabada en un contestador, que te repite una y otra vez el mismo mensaje, sin importarle tu casuística. “Marque uno si…; marque dos si…; si no, espere…” y al cabo de unos segundos, el fatídico mensaje: “Todas nuestras líneas están ocupadas.
Vuelva a intentarlo”. Y así, una, dos, tres, cuatro…Como el mambo, pero maldita la gracia.

A grandes males, grandes remedios. Así que decido acudir presencialmente a la sede central del SEPE, sita en el polígono de Son Castelló, como último recurso. Allí me atiende el vigilante de seguridad, que está a la entrada. Le explico el motivo de mi visita y me dice que, para eso, tengo que solicitar cita previa. Le contesto que llevo un par de días intentándolo, pero que no hay manera y por eso acudo presencialmente. En estas, el vigilante me pide mi DNI y accede a la web del SEPE, para intentar ayudarme amablemente.

Mientras está en ello, me comenta que los jueves es el mejor día para reservar cita previa de manera telemática, algo que no aparece en ninguna información del SEPE. Hay que adivinarlo. Por fortuna para mí, es jueves y este amable trabajador de una conocida empresa de seguridad mallorquina consigue finalizar mi reserva. “Pues ha habido suerte”, me dice. “El problema es que hay poca gente -empleados- para las solicitudes que tienen que atender”. Le agradezco enormemente su atención y me despido. En la era digital, lo resuelvo de manera presencial. Contradicciones del avance tecnológico.

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