Este martes unas 200 personas se manifestaron en el Parc de la Mar y en Ses Voltes, en Palma, en contra de las vacunas del coronavirus Covid-19 y negando la misma existencia de la enfermedad que en España ya se ha cobrado la vida de 87.200 personas, de las cuales 997 fallecieron en Baleares.
Los vi con mis propios ojos y no daba crédito a lo que leía en algunas de las pancartas que portaban: “No son vacunas, no son seguras, no son necesarias. Cese inmediato inoculación experimental”, rezaba la más grande de todas, que portaban una decena de manifestantes.
En primer lugar debo decir que respeto profundamente el derecho de reunión y manifestación de cualquier persona, por lo que me parece estupendo que protesten por lo que consideren conveniente. Pero creo que su protesta es irracional y sus motivos, absolutamente injustificados e insostenibles, se miren por donde se miren.
Reclamar el cese de la vacunación, que se tilda de “experimental”, en un país donde la vacunación es voluntaria y no se exige prácticamente para nada, al contrario de lo que sucede en países como Francia o Italia, es una aberración porque además de ir contra las recomendaciones y el criterio de la ciencia y de los expertos en medicina, supone pedir que aquellos que creemos y confiamos en la eficacia de las vacunas, más que probada a estas alturas, no nos podamos inmunizar. Un delirio absurdo y un tanto totalitario.
Si ellos no quieren vacunarse están en su derecho. Pero pedir que la Administración sanitaria no permita que los demás no lo hagamos, es una barbaridad y hay que denunciarlo.
Leí también pancartas acusando a los políticos de ser el “auténtico virus”. Como si no hubiéramos visto polideportivos convertidos en morgues. Como si no hubiera habido días en que fallecían más de 900 personas en hospitales colapsados.
¿Qué pretenden? ¿Que los gobiernos se queden de brazos cruzados esperando que las vacunas fueran probadas ordinariamente, en fases eternas y sin prisas, mientras la gente moría sin que se pudiera hacer nada por salvar a los infectados por un virus descontrolado? Ellos, que también se oponen a que se lleve mascarilla, que no creen que haya que guardar distancia entre personas para evitar un contagio que los científicos aseguran que se transmite por la saliva…
Su propuesta es ignorar la enfermedad, no hacer nada y fingir que no pasa nada. Y ahora que se ha comprobado que las vacunas funcionan, no inocularlas aunque uno quiera…
Lo que más me llamó la atención fue que los que protestaban no me parecieron jóvenes irresponsables, ni personas despreocupadas por lo que sucede en su entorno. Más bien vi ciudadanos adultos, en su mayoría mayores de 45 años, desconfiados de los medios de comunicación y de las autoridades, de sus mensajes y de su relato de la realidad. Y eso sí que me resultó preocupante porque a ver cómo se combate esta infección de descreimiento e irracionalidad. Yo no veo la forma.