Decía en 2009 Iñaki Gabilondo en su informativo de Cuatro que el negocio del miedo es el negocio más repugnante que existe. Lo hizo aludiendo a unas declaraciones de la época realizadas por presidente de la Comisión de Salud del Consejo de Europa que acusó al lobby de los laboratorios farmacéuticos de causar la psicosis del miedo a la gripe A. Afirmaba que en la OMS (Organización Mundial de la Salud) había mucha gente vinculada de forma estrecha a la industria farmacéutica y que el pánico que recorrió el mundo en 2009 estaba planificado. Sí, era un miedo causado de forma consciente y con una finalidad lucrativa. Tremendo.
Esta demoledora afirmación pone de manifiesto el empleo de estratagemas de los poderes económicos para salvaguardar su cuenta de resultados y enriquecerse a costa del resto de los habitantes del planeta.
El prostituido funcionamiento de la ley de la oferta y la demanda funcionaba tal que así: Yo, gran farmacéutica, con una patente y, por tanto, monopolio de la oferta de una vacuna y, con la connivencia del ente que tiene el poder de monopolizar la demanda (Organización Mundial de la Salud), consigo que todos los países bajo el paraguas de la OMS compren toda mi producción presente y futura. Negocio redondo. Monopolio y monopsonio global al unísono, entendiendo éste último como la población de la zona afectada por la pandemia. En última instancia, podría llegar a ser la del planeta.
No hay modelo más lucrativo. En este caso, además, perverso por recurrir a instintos básico como el miedo a la muerte y crear una necesidad imperiosa de consumir esa oferta.
Los meses posteriores a esas declaraciones, los parlamentarios de la Asamblea del Consejo de Europa llevaron a cabo una investigación de lo ocurrido. Acabaron concluyendo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) había sido poco transparente, habiendo hecho gastar a los países cantidades ingentes de dinero para comprar vacunas, infundiendo previamente un temor injustificado en la población.
Antes de declarar la pandemia de la gripe A, la OMS tuvo que hacer un pequeño ajuste: cambiar la definición de pandemia dejando más bajo el listón para llegar a declarar una pandemia.
Y ya sabemos que, bajo una pandemia, se infunde miedo y se pueden autorizar acciones o vacunas que, aun no habiendo sido aprobadas, se permiten con la excusa de la emergencia sanitaria.
Hoy en día, la Covid también produce miedo. Mucho más que la gripe A de 2009. Los vacunados tienen miedo a contraer el virus. Los que no se vacunan tienen miedo a los efectos secundarios de la vacuna. Otros que se vacunaron tienen miedo a no haber decidido correctamente. Pocos son los que no tienen miedo a nada. En este grupo yo quiero estar.
El miedo paraliza, bloquea emocionalmente y, lo que es peor, dificulta del disfrute de los pequeños placeres de la vida. Las consecuencias bajo los efectos del miedo son tan terribles que incluso el Código Penal español lo justifica de alguna manera, eximiendo de responsabilidad al que obrase impulsado por un miedo insuperable.
La vacuna actual, además de lo anterior, genera odio hacia el que actúa diferente. José Sacristán, actor vacunado con dos dosis, afirma que los que no se vacunan son necios y tontos que matan. Ana Rosa Quintana, presentadora vacunada con dos dosis, retira la palabra a sus amigos no vacunados y también les tilda de todo menos inteligentes. Federico Jiménez Losantos llama a los no vacunados “ultracarcas,a bebedores de lejía” ¿Es todo lo anterior una incitación al odio por parte de personajes públicos?
El miedo divide la sociedad y es la justificación para acciones que sin él, nunca se hubieran llevado a cabo.
Entre 2009 y 2020 muchos han sido los inputs que, voluntariamente o no, se han instalado en nuestro subconsciente y han magnificado el miedo que hoy vivimos. Obama predijo en 2014 una nueva pandemia provocada por un virus trasmitido por el aire. Bill Gates, hizo lo mismo en 2015. El doctor Fauci, presidente del Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos, vaticinó en 2017 una pandemia catastrófica antes del finalizar el mandato de Trump. En 2019, un grupo de expertos de la OMS y el Banco Mundial publicaron un informe titulado “El mundo en riesgo” en el que se instaba a los países a gastar más para prepararse para futuras pandemias. Entre otras afirmaciones, este informe afirmó que las Naciones Unidas llevarán a cabo ejercicios de entrenamiento y simulación de pandemias, entre los que se incluía uno que implicara la liberación deliberada de un patógeno respiratorio mortal. Sí, han leído bien.
El 18 de octubre de 2019, el Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud, en asociación con el Foro Económico Mundial y la Fundación Bill y Melinda Gates, organizó el Evento 201, un ejercicio pandémico de alto nivel en Nueva York.
Mientras tanto, el cine nos iba ambientando con imágenes de virus, zombies o catástrofes en los que hay que luchar contra los que parecen semejantes pero no lo son. La película Contagio en 2011 es la más recordada por su similitud con lo que ha ocurrido recientemente. Otra es la surcoreana “Virus (The flu)” de 2013, o “Llega la noche” en 2017, cuyo tráiler en español destaca la afirmación de que “el miedo crea al monstruo”. El miedo presente en todos lados.
Estos son algunos de los numerosos ejemplos cinematográficos de los últimos años que han servido como amplificadores del miedo.
El negocio del más repugnante que existe, en palabras de Iñaki Gabilondo, fue rentable para unos pocos en 2009 y desastroso para la gran mayoría. Lo que ocurrió aquél año por un caso de mucha menor gravedad no me pertenece a mí calificarlo como precedente de lo que está ocurriendo en la actualidad pero tiene una base muy similar. Cada cual que piense lo que quiera.
Lo que sí me gustaría es que se rebajara el nivel de miedo y odio que empiezo a ver en la sociedad entre unos y otros. Los personajes públicos deberían ser los primeros en no incitar a esto último.
Como he dicho, existe un pequeño grupo que no tiene miedo a nada. Solo espero que tanto vacunados como no vacunados se pasen a él e intentemos convivir en armonía a pesar de todo el ruido mediático.