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Compromisos rotos

jueves 15 de julio de 2021, 04:00h

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Los tiempos han cambiado y aquellos años en los que el compromiso era un acto de buena voluntad, parece que el viento se los ha llevado.

Continuamente nos encontramos en las empresas con personas que adquieren un compromiso y después, en poco tiempo, no están de acuerdo con dicho compromiso. “Las palabras se las lleva el viento” y “donde dije digo, digo Diego”, parecen ser los refraneros más solicitados en nuestro día a día.

Me encuentro con muchas personas que no cumplen lo pactado, no llegan a las citas, no se comprometen con los proyectos y son inconstantes en sus actos diarios. El compromiso ya no está de moda, sino todo lo contrario, y, como ocurre con las relaciones personales, parece algo 'demodé', solo para los muy valientes.

Esto crea conflictos diarios en el entorno personal y profesional, y muchos de mis clientes se quejan de la falta de ética y de este compromiso, en sus clientes, colaboradores, trabajadores y en todo el entorno profesional. Pareciera que la palabra de uno ya no tiene mucho sentido y que el esfuerzo y las obligaciones, ahora están mal vistas.

Es un diario, quedar con gente que te anula la cita en el último momento, comprometerse a realizar un proyecto y después no hacerlo, prometer un servicio que después no se da y un sinfín de pequeñas contradicciones cotidianas que sufrimos en nuestra vida.

Parece que a mucha gente le sale un sarpullido cuando oye hablar de la palabra 'compromiso' y prefiere vivir sin esa responsabilidad, rompiendo acuerdos, ya sean verbales o escritos, como si se tratara de algo sin importancia.

Pero la vida está hecha de pequeños detalles y, entre ellos, se encuentran los pactos que se hacen con los seres queridos y los compañeros de camino. Cuando un pacto no se lleva a cabo, algo se rompe en la cadena de valores que es difícil de volver a recomponer.

En las personas se crea una sensación de sinsabor, de tiempo perdido, de valores desvirtuados y de falta de ética. Esa sensación de malestar personal nos lleva a una sensación de tristeza interna que no podemos evitar sentir y al desánimo imperante en nuestra sociedad actual.

Lo vemos en nuestros dirigentes, en las empresas, en las noticias, pactos rotos y compromisos que nos se llegan a cumplir. Todo ello conlleva a una tristeza del alma, que transciende en la desgana imperante en nuestras calles.

A veces pensamos que entre las personas formadas y con recursos, esto no debería de ocurrir. No obstante, es al revés. Parece que el estrés, las prisas, el 'todo para ayer', el querer vivir nuevas emociones constantemente, nos separa todavía más y más de ese compromiso.

Quedan lejos aquellos tiempos cuando un apretón de manos cerraba un negocio, cuando los contratos se escribían en servilletas en una mecha impregnada de vino y pacharán, y cuando la 'palabra' valía algo.

¿Dónde están aquellas promesas cumplidas, aquellos 'te quiero' que perduraban independientemente del tiempo y la distancia, y aquellos valores que nos reconciliaban con la vida?

No quiero decir que todo ahora sea peor, ¡ni mucho menos! Simplemente que, a veces, añoro los tiempos en los que la ilusión por la vida, por los proyectos compartidos y por los compromisos eran el pan nuestro de cada día.

Quedan lejos para todos, aunque nadie nos podrá quitar que nosotros, los de nuestra generación, todavía vivimos una época dorada en la que comprometerse significaba algo, y no hacerlo contraría el alma.

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