Ni las tarifas ni el sistema de cobro ni los horarios. El nuevo Transporte Interurbano de Mallorca (TIB), en vigor desde el pasado 1 de enero, se está revelando como un auténtico fracaso visto el número de quejas y críticas de usuarios a pie de calle y en redes sociales.
Cierto es que la nueva red de autobuses lleva menos de dos semanas en funcionamiento y algunos retrasos pueden ser entendibles -la colocación de nuevos horarios en todas las marquesinas de la isla, por ejemplo- pero existen problemas de base que plantean serias dudas. El precio del billete sencillo y el sistema de cobro son dos de ellos.
En cuanto al precio, no parece razonable cobrar hasta tres veces más por un pasaje si lo que se busca es atraer a potenciales nuevos usuarios. Con autobuses nuevos y más estéticos no basta.
Por otro lado, con la nueva tarjeta monedero, el usuario recarga la cantidad que desee y paga por el primer viaje una cantidad determinada. Sin embargo, según se vaya subiendo al autobús a lo largo del mes, cada viaje le saldrá más barato que el anterior hasta llegar a un determinado precio mínimo de viaje, que también depende del nivel de saltos y del tipo de tarjeta. En definitiva, un sistema terriblemente confuso que no se lo pone nada fácil al viajero para echar cuentas y organizar su mes.
Además, el nuevo sistema de cobro augura importantes sablazos ya que aquel usuario que olvide pasar la tarjeta al bajar del vehículo, pagará el máximo de la ruta.
Por no hablar de los nuevos horarios y frecuencias que, en ciertos municipios, suponen un desatino por la desaparición de rutas o la falta de respuesta en horas clave, como las de la mañana.
Por todo ello, convendría recordar que, aunque Mallorca viva inmersa en la crisis del coronavirus y cualquier asunto ajeno a la pandemia pase a un segundo plano, la conectividad y la sostenibilidad son dos pilares que no hay que abandonar si se gobierna con alturas de miras y se planifica en el largo plazo.
Los residentes de la isla y los turistas -que algún día volverán a la isla- necesitan una red de transporte público eficiente y barato que represente una alternativa real al coche. Todo lo demás, es puro postureo y demagogia, por mucho que la presidenta del Govern, Francina Armengol, asegure que el nuevo TIB es "una revolución que marcará esta década de los años 20".