Hace unos días han aparecido los datos de afiliación de Podemos a nivel nacional: 18.791 afiliados a 3 euros cada mes. España, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la formamos de derecho 47.329.981 habitantes, de los que muchos son personas y otros, de difícil calificación.
A la vista de ambos datos, estamos en condiciones de asegurar -es una regla de tres simple- que el 0,039 por ciento de los españoles son militantes de Podemos. Es decir, debemos contar hasta veintiséis para encontrar uno de Podemos.
Quizás deberíamos repasar si a esa minoría tan minoritaria se le está dando demasiado poder y demasiado eco en los mass media. Casi diecinueve mil personas son las que caben en el estadio Visit Mallorca y sobra espacio para bastantes miles más…
En Baleares las cosas parece que no les van mucho mejor, pues en este pequeño país son unos 400 los afiliados, de una población que ronda el millón de habitantes. El hecho de que griten mucho les está dando una notoriedad que después, a la hora de sostener al partido, no se corresponde con la realidad.
Esa minoría tan minoritaria, en mi opinión que intento sea humilde, son los más involucionistas y reaccionarios de todos los que conforman el arco parlamentario. No tengo previsto ni en el corto, ni en el medio ni en el largo plazo, votar al otro gran radical que es Vox, aunque me parece infinitamente más moderado y demócrata que Podemos.
Esos números y los problemas judiciales que tienen sus líderes parece que empiezan a ser el final de Podemos, que acabará como el Partido Comunista, que no encontró su lugar después de la Transición y todos los militantes cabían en un taxi. No olviden tampoco la mano del Rey Juan Carlos detrás de esas maniobras; al Vicepresidente Iglesias nada le saldrá gratis.
Cuando oigan berrear a los podemitas en las Cortes Generales o apuntar con los dedos a modo de pistola a un adversario no debemos temerles; recuerde que solo son 18.791 almas de cántaro y los que no somos de Podemos somos 47.311.190 ciudadanos, que además de ser auténticos demócratas tenemos la razón de la fuerza y la fuerza de la razón.
Quien más grita no tiene más razón; no tienen nada que ver la razón y el tono de voz. No nos dejemos intimidar por esos grupúsculos de radicales; peleemos y defendamos la democracia surgida de la Transición, estos cuarenta últimos años demuestran que vale la pena. Aunque no podemos perder de vista aquella expresión una vez más atribuida al Premier Churchill: Nunca tan pocos hicieron tanto daño a tantos. Disfruten del martes, seguro que lo merecen.