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Estrés test

martes 18 de agosto de 2020, 04:00h

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Los bancos deben pasar periódicamente lo que se denominan estrés tests, que vienen a ser unas simulaciones de la capacidad de la entidad financiera de hacer frente con solvencia a situaciones de grave crisis económica que supongan una seria amenaza a sus activos e inversiones. Estos test se revelaron de especial importancia tras la crisis de 2008, en la que muchos y bancos y cajas de ahorros se vieron abocados a las fusiones y, en último término, a la absorción por parte de otros más poderosos, e incluso fue necesaria la inyección de centenares de miles de millones de dinero público para que algunos pudieran sobrevivir.

Desde entonces, los bancos supervivientes van pasando mal que bien los test de estrés que, en la Unión Europea y más concretamente en la eurozona, les imponen las autoridades económicas y monetarias. No son pocos los que aun hoy en día muestran ciertas debilidades y no están del todo libres de peligro de desplome caso de repetirse una crisis similar.

Con motivo de la pandemia de covid 19, nuestro sistema sanitario se está viendo sometido a un auténtico test de estrés y se puede decir que, de momento, ha obtenido un aprobado raspado y que existen debilidades muy preocupantes.

El mantra de que tenemos el mejor sistema sanitario del mundo no es más que un eslogan propio de la marca España, que no por mucho que nuestros políticos y sus propagandistas lo repitan sin cesar se convierte en verdadero. Tuvimos un sistema sanitario excelente, si era el mejor del mundo o no es una cuestión debatible y un debate estéril, pero estaba indiscutiblemente a la altura de los mejores.

Pero llegaron las crisis de los 90 y el sistema empezó a padecer de falta de inversión y recursos, y el golpe definitivo llegó con los recortes derivados de la crisis de 2008. El sistema empezó a deteriorarse debido a la falta de recursos económicos, que derivó en una falta de inversión suficiente en equipamientos y en una grave disminución de los recursos humanos para hacer frente a la siempre creciente demanda sanitaria.

El sistema, a pesar de todo, ha seguido funcionando razonablemente bien gracias a la inercia que llevaba desde los años buenos y a la profesionalidad y muchas veces al sacrificio del personal, sanitario y no sanitario, y también a la acumulación año tras año de déficit y deuda.

Así íbamos tirando relativamente bien e incluso en los últimos dos o tres años se estaba produciendo una cierta recuperación; pero ha llegado la pandemia de covid 19 y el sistema se ha visto sometido a una presión desconocida e inesperada y se ha saturado, a punto de reventar por todas las costuras. El primer golpe se ha salvado relativamente bien gracias de nuevo a la profesionalidad y al sacrificio del personal y a un urgente incremento de recursos económicos para el sistema, a costa supongo de acumular más décifit.

Pero el test de estrés se ha pasado solo a medias, porque hemos dejado de atender a gran parte de la patología aguda y, sobre todo, crónica no urgente, y de toda la actividad programada habitual de hospitales y centros de salud, y ello quiere decir que nuestro sistema sanitario no está preparado para atender una crisis sanitaria de gran magnitud y simultáneamente mantener la atención habitual, lo que nos coloca como sociedad en situación de vulnerabilidad sanitaria.

Y la pandemia no está ayudando, no se está comportando como esperábamos. Creíamos que cedería en verano y rebrotaría en otoño con menos intensidad que cuando llegó la pasada primavera. Pero no está siendo así. Es pleno verano y la infección sigue diseminándose a gran velocidad. Es cierto que ahora estamos detectando muchos asintomáticos porque se hacen test masivos, pero ello quiere decir que hay muchos infectados, que el virus sigue extendiéndose con gran facilidad y, por tanto, si no se corta la transmisión comunitaria, en otoño habrá una auténtica explosión de casos que ya no serán asintomáticos y afectarán a personas de más edad y de más riesgo, porque además coincidirán con otros virus respiratorios, muy especialmente con el de la gripe.

Para cortar la transmisión comunitaria, los test masivos son solo el primer paso. El segundo paso es rastrear y confinar a los contactos de riesgo de cada caso, y el confinamiento ha de ser obligado y vigilado, y su incumplimiento, penalizado. También es necesaria la vigilancia del cumplimiento de las medidas de higiene, mascarilla obligatoria, distancia de seguridad y todas las condiciones que se han de cumplir en los espacios públicos, abiertos y cerrados, tanto por parte de los ciudadanos como de las empresas y locales.

Y en los centros sanitarios se está empezando a producir un hecho dramático, que es que el incremento del número de pacientes positivos, muchos de ellos asintomáticos, está provocando un aumento del número de exposiciones inadvertidas del personal sanitario al virus, lo que está obligando a confinar preventivamente en su casa en cuarentena cada vez a más profesionales, lo que tiene un efecto devastador sobre las plantillas de los servicios, cuyos miembros, que ya están estresados por el brote inicial de la pandemia y aun no se han recuperado, se han de multiplicar para suplir a los ausentes, tanto por los confinamientos como por las vacaciones, del todo imprescindibles para personas muy al límite de sus fuerzas, físicas y, sobre todo, psíquicas y emocionales.

Debería estudiarse la obligatoriedad de que todo el personal sanitario de los servicios más expuestos llevara siempre equipos de protección individual (epis), en todo momento y ante cualquier paciente, para evitar sorpresas desagradables; pero ello, claro está, supone la necesaria disponibilidad de epis en mucha mayor cantidad que la actual.

De momento, las primeras conclusiones que podemos extraer de este primer test de estrés de nuestro sistema sanitario es que no estamos suficientemente preparados, no disponemos de los recursos suficientes, sobre todo de personal, y no somos capaces de mantener toda la atención ordinaria cuando estamos en pleno brote pandémico. Pero también es cierto que ante una situación brutal absolutamente inesperada hemos reaccionado bastante bien y hemos conseguido parar el primer golpe sin quedar groguis, así que aprobado raspado con muchas prevenciones.

El segundo round vendrá en octubre, y ya veremos cómo respondemos. Ahora estamos mejor preparados, pero tenemos el problema del tremendo déficit de personal y de la sobrecarga, cansancio y estrés de nuestros profesionales que, además, somos menospreciados por nuestro govern, que no solo no nos dará una gratificación, como hacen o van a hacer otras comunidades autonómas y otros países de nuestro entorno, sino que nos va castigar despojándonos del mísero dos por ciento de aumento de sueldo que nos correspondía para este año.

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