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Música celestial

viernes 03 de julio de 2020, 09:53h

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Dos veces por semana traslado mi actividad profesional a sendas localidades del Pla de Mallorca. Se trata de pueblos perfectamente alineados con la senda de aproximación del aeropuerto de Son Sant Joan, acostumbrados por tanto al rutinario sonido de las turbinas, especialmente durante el verano, cuando la separación entre aeronaves suele ser de solo un minuto, o menos.

Pero el ser humano rápidamente se adapta al sosiego, y el cese total de operaciones durante el confinamiento devolvió a los cielos de Mallorca una calma que no se vivía desde principios del siglo XX, si exceptuamos el paréntesis que vivimos en abril de 2010 gracias al volcán islandés de nombre impronunciable (Eyjafjallajökull), de forma que durante meses lo único que hemos visto volar los mallorquines han sido pájaros, que recobraron su secular monopolio.

El problema de tan sugestiva tranquilidad es que nos deja sin trabajo con una velocidad pasmosa. El próximo octubre se iniciará una de las más duras temporadas bajas que habremos vivido en la isla y miles de personas perderán sus empleos y centenares de empresarios echarán el cierre, esperemos que solo de forma temporal. Los ERTE están camuflando esta situación, pero lo peor, sin duda, está por venir.

Así que cuando ustedes vuelvan a divisar la silueta de un avión de pasajeros sobre sus cabezas, piensen que en el mismo viajan las cuotas de su hipoteca, la universidad o el colegio de sus hijos, ese nuevo modelo de coche al que ya le tenía echado el ojo, sus vacaciones y, sobre todo, otra clase de tranquilidad distinta a la que hemos vivido últimamente, la de tener cubiertas las necesidades básicas.

Todos hemos podido disfrutar esta primavera de una paz y un silencio que muchos no conocíamos. Recuerdo haber ido a llevar la basura al contenedor
antes de acostarme y quedarme unos segundos en la calle gozando de un silencio que habitualmente puede vivirse solo en los desiertos.

Posiblemente no volvamos a experimentarlo a lo largo de nuestras vidas, y ojalá que si esa calma vuelve sea por un motivo distinto. Mientras tanto, apreciaremos en su justo valor el sonido de los reactores que, hoy por hoy, es música celestial.

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