En el encuentro disputado este martes ante el Villarreal, volvieron de nuevo los palos para el Mallorca, en sentido literal y también en sentido figurado.
Mientras
veíamos el partido, no nos quedó más remedio que acordarnos del
gran número de balones que los bermellones estrellaron en los postes a lo largo de los duelos disputados en la primera vuelta. Nuestra actual situación en la tabla se explica, al menos en parte, por esa
atracción fatal del balón en nuestros pies hacia el aluminio pintado de blanco.
En el caso que ahora nos ocupa, cuando el electrónico estaba aún cero a cero, pudimos habernos adelantado en el marcador en el minuto siete gracias a un gran disparo de Baba, pero el balón se estrelló en el larguero. Sólo unos minutos después, el conjunto de
Javier Calleja tuvo más fortuna de cara a portería y Bacca avanzó al Villarreal en el marcador tras una gran jugada previa de
Chukwueze por la banda derecha. Una llegada, un gol. A eso se le suele llamar, normalmente, máxima eficacia ante la meta rival.
Ya en la segunda parte,
Trigueros y Gerard pusieron a prueba los reflejos de Manolo Reina, quien respondió muy bien a los peligrosos remates de ambos jugadores. Sin embargo, a partir de ese momento el equipo de Vicente Moreno dispuso de varias buenas ocasiones para haber conseguido empatar el partido, incluida una en la que Baba estrelló de nuevo el balón en el larguero. La sensación final cuando concluyó el encuentro fue, una vez más, que merecimos algo más de suerte o algo menos de palos.
Esa sensación nos obliga a hacer referencia, precisamente, al «palo» en sentido figurado al que nos referíamos al principio de esta crónica, pues de nuevo
el Mallorca se fue de vacío en un partido en el que, como mínimo, mereció el empate. La conclusión sería que para
intentar revertir esa situación necesitamos lo antes posible un poco más de acierto de cara al gol. O que, antes de que acabe la temporada, hagan quizás las porterías un poco más grandes.