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Hacia la civilización perdida

Por Francisco Gilet
miércoles 11 de marzo de 2020, 10:00h

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En alguna parte es posible leer que los griegos tenían al griego como ciudadano, mientras que los extranjeros ni sabían hablar. Y quienes que ni tan siquiera eran ciudadanos los tildaban de “idiotas”, que no gozaban de ninguno de los privilegios públicos, teniendo que conformarse con su libertad interior, Lo cual es tanto como decir que lo público primaba sobre lo privado. O, con otras palabras, todo aquel que no adecuaba sus comportamientos a la ley y normas fijadas como correctas sufría del ostracismo cívico. En la actualidad vamos camino de recoger ese legado de la considerada primera democracia occidental, según el cual lo público se está imponiendo sobre lo privado, incluyendo en tal término no solamente la educación, la religión, sino incluso la salud. El riesgo asumido con el 8 – M por el gobierno social comunista, es un perfecto ejemplo. Sin embargo, ello y los guantes de látex morados, es una anécdota con respecto a lo que desde ese ejecutivo se pretende imponer dentro de un ámbito territorial superior. Implantar el falso feminismo como religión pagana es una parte del todo, y no precisamente la más trascendente, por la sencilla razón que una inmensa, considerable mayoría de mujeres no levantan una pancarta en favor de la idea de que el hombre es un violador o un acosador o un asesino.

La cuestión que se plantea está por encima del insulto, de la descalificación y de la inquisición que campa en específicas redes sociales., e incluso por encima de las barbaridades que han pretendido apropiarse de la calle, expulsando de ella a aquellos “idiotas” que se han atrevido a levantar su cegada voz para explicar que “sola y borracha” es un eslogan que atenta y vilipendia a la mujer que se pretende defender.

Fue Aristóteles ― un filósofo griego famoso, por si viene al caso ― el que defendía con su palabra y su pensamiento que la buena política se alcanza desde la ley y la justicia, únicos cimientos aceptables para alcanzar una sociedad pacífica y libre. Y en ese contexto también se atrevió a dejar afirmado que “el hombre es el mejor de los animales cuando alcanza su desarrollo, pero también es el peor de ellos cuando se aleja de las leyes y la justicia”. Y en ese camino anda nuestro gobierno, legítimo mas impertinente, cuando se permite el lujo de convertir lo social en delictual e imponer la tolerancia para todo cuanto no surja de sus entrañas mentales. Es del todo confirmado que estamos en la senda implantada desde los altares ministeriales de confundir anhelos, deseos y traumas personales en derechos creados ex novo, falsos derechos para ser exactos. Y esos altares no hacen sino soportar el absoluto engreimiento expulsando las más tremendas afrentas contra el “idiota” que no idolatra esos paridos derechos, concebidos con artificiosa inseminación mental.

Pues bien, “idiotas” hay que se levantan por las mañanas, inquietos a la espera del nuevo “dogma” con el cual tendrá que convivir, sintiendo, en sus masculinas carnes, que deberá soportar un nuevo día repleto de matriarcado, de exigencia de que pida perdón por un patriarcado que, dicen, está aplicando. Pero, todo ello viene trascendido por el auténtico problema vital que se avecina; la imposición de un trasversal feminismo radical e implacable, junto con el dominio de la ideología de género en todo el entorno vital de las sociedades occidentales, como única religión aceptable por el ciudadano, sea o no “idiota”. Imposición que se vislumbra como “El choque de civilizaciones” a que alude Samuel P. Huntington. En otras palabras, estamos contemplando, indiferentes o tolerantes, como nos acercamos a una civilización perdida, la occidental. Y con ella la liberal, la democrática, la respetuosa del individuo como ser trascedente. Lamentable el mundo que le espera a la juventud si el fenómeno feminista sigue adelante en su androfobia y la dictadura de la ideología de género sigue su “trasversalidad”. Sin duda, estamos ante un proyecto de poder, de exigencia, de privación de autonomía. Un mundo del cual se benefician unos colectivos perfectamente definidos y adjetivados como los comunistas del caviar, igual como sucedía en URSS y los altos miembros del Partido. Es el Movimiento surgido que conforma una sociedad adoradora de la cultura de la muerte, sea aborto, sea eutanasia, sea natalidad inexistente. Así, pareja occidental un hijo, aborto libre; pareja no occidental, hijos cuatro, aborto inexistente. Mientras la mujer no occidental camina dos pasos atrás, la occidental reclama ir a su casa, sola y borracha.

Y en medio de tan increíble choque, cabe preguntarse dónde está el pastor que, invisible, ha propiciado que las “ovejas” anden despistadas a la búsqueda de pasto, es decir, derecho, ley, libertad, justicia y respeto a su dignidad. Un “hombre ideal”, reclamado por Aristóteles, que sea capaz de enfrentarse al marxismo, ahora en lucha no de clases sino de género, de sexos, de dogmas, de léxico. Es la caída de los dioses occidentales para levantar altares al relativismo, a la indiferencia, a la tolerancia absoluta, al pensamiento único, al Movimiento llamado Nuevo Orden Mundial, en el cual se será o ciudadano, sumiso y servil, o idiota. Tan sumiso y servil como para contemplar como un virus paraliza a todo el país, sin que el “líder” dé la cara.

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