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Cort y la improvisación permanente

viernes 21 de febrero de 2020, 04:00h

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El anuncio de los comerciantes del centro de Palma de que van a llevar a cabo un cierre simbólico de sus establecimientos en protesta por la prohibición de acceso en coche particular a la calle Unió, sin perspectiva de contrapartida alguna en forma de una inmediata reforma para la revitalización de la zona, parece haber sorprendido al concejal del área, Francesc Dalmau, y al propio alcalde, José Hila.

Y, sin embargo, lo realmente sorprendente es que les sorprenda que un sector maltratado como el del pequeño comercio se rebele contra la permanente improvisación de Cort en cuestiones de movilidad y la falta absoluta de un estudio previo que evalúe los efectos negativos de las medidas, que no solo incluyen el citado cierre al tráfico rodado, sino también incomprensibles cambios en las líneas y paradas de autobús y la reducción de plazas en el párking de la Plaça Major.

Movilidad es una de las áreas más calamitosas de Cort desde que gobierna el Pacte. Ya son varias las sentencias condenatorias de los juzgados de lo contencioso administrativo contra el consistorio por adoptar medidas -como las arbitrarias paradas de taxis en la zona de la catedral- en contra de la propia ordenanza, que el ayuntamiento acostumbra a incumplir a su antojo con un mero informe justificativo y un simple acuerdo.

Sería el momento de depurar responsabilidades en quienes recaiga esta chapuza continuada y, si además de políticos, hay también algún técnico cómplice de estos despropósitos, actuar en consecuencia. Pero en un ayuntamiento en el que el alcalde parece estar de oyente no resulta probable que se termine con estas taifas municipales, que acreditan una larga hoja de sinsentidos.

El Pacte se presentó electoralmente como defensor del pequeño comercio de proximidad y anunció medidas para proteger a los mismos comercios emblemáticos e históricos que ahora deja en la estacada. Que el PSOE favorezca a la gran empresa afín no es nada nuevo, pero que Més, con Antoni Noguera a la cabeza, se trague ese sapo, comienza a ser desmoralizador, porque lleva a la triste conclusión de que ambos partidos son, en la práctica, exactamente iguales.

¿Ha llegado el momento para que los econacionalistas planten cara a sus socios, o la silla lo justifica todo?

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