El Mallorca no mereció perder este domingo, ni algunos otros domingos más, pero desafortunadamente lo hizo, por lo que la situación clasificatoria al finalizar esta primera vuelta empieza a ser ya algo delicada, al contar con sólo 15 puntos tras 19 partidos disputados. Harán falta una segunda vuelta portentosa y unos buenos fichajes en enero —a lo X-Men futbolísticos— para lograr el objetivo esencial de esta temporada, que intuimos que no hace falta decir cuál es.
El desarrollo del partido jugado este mediodía ante el Granada en el Nuevo Los Cármenes nos recordó al de otros encuentros jugados fuera de casa. Esto es, los pocos errores que concedemos en defensa nos acaban penalizando demasiado, ya que luego rara vez somos capaces de remontar o de marcar al menos un gol. Seguro que ese guión les suena a ustedes más o menos de algo. Aun así, tras el tanto del nazarí Ángel Montoro, el empate podría haber llegado en el segundo tiempo, pues lo tuvieron en sus botas y en su cabeza Dani Rodríguez y el Cucho Hernández, respectivamente, pero al final esa igualada no llegó.
Al igual que ya habíamos podido percibir en otros partidos previos que a priori se vislumbraban también muy igualados, en los primeros 45 minutos pareció faltarle hoy al Mallorca algo más de convicción en sus posibilidades y en su posible potencial. En la segunda parte, en cambio, el conjunto de Vicente Moreno salió al césped con más determinación, jugó a un muy buen nivel, movió la pelota con criterio y creó oportunidades, pero una vez más el equipo siguió negado de cara al gol. Si existiera un premio específico para los equipos con mala fortuna, denominado por ejemplo «el Balón de Cuero... no quiso entrar», esta temporada nos lo llevaríamos seguro.
Como este domingo no había escrito aún mi carta a los Reyes Magos, la redacté justo después del partido ante el Granada. En mi carta, pedí a Melchor, Gaspar y Baltasar que el Mallorca consiga unos 25 puntos en la segunda vuelta o que al menos logre salvarse. Hoy por hoy, puede parecer un objetivo quizás algo difícil, pero tal vez sólo sea, como casi todo en la vida y en el fútbol, sobre todo una cuestión de confianza, de estado de ánimo y de fe.