Desmontando Open arms

Caritas de Mallorca nos indican que cada año hay más gente en la pobreza. Uno pasa por al lado de la iglesia de los Capuchinos en Palma y las colas de gente para recoger comida llegan a la otra esquina.

No es difícil ser un buen samaritano para ayudar a la gente. Los tenemos en casa. Pero no hay que montar toda una parafernalia apoyada por ciertos medios de comunicación.

Las leyes del mar imponen que cualquier barco que navegue se debe desviar de su ruta para recoger a los náufragos y llevarlos al puerto más cercano.

Pero en el caso del Open Arms, las personas recogidas no son náufragos, son emigrantes enviados por las mafias a puntos concretos, y no son personas que hayan naufragado en una embarcación ordinaria.

Esta semana me decía un profesional aeronáutico como ha visto las lanchas de narcotraficantes con 3 o 4 motores fuera borda remolcar las neumáticas vacías y con las personas en la lancha fuera borda, llegar a un punto del mar, trasladar a esas personas a las embarcaciones neumáticas y darse la vuelta. O como se llama a los servicios de salvamento gente anónima indicando las coordenadas exactas para su localización.

Basta ver las imágenes de televisión cargando las baterías de los móviles cuando estaban frente a la costa de Lampedusa.

Y encima le enviamos un buque de la armada española para traerlos a nuestro país. Con lo que cuesta esto, cuántas de las personas que hacen cola en los Capuchinos o las que nos indican año tras año los informes de Cáritas podrían solucionar sus problemas.

Que las islas son un territorio de acogida no nos lo tiene que decir nadie, y menos algunos políticos profesionales, ya que desde hace siglos siempre hemos recibido con los brazos abiertos a quién ha querido venir.

Pero una cosa es acoger y ayudar y otra es hacerle el juego a las mafias, vete tu a saber cuánto cobran, con el dinero de todos. Y para rematar , el buenismo de algunos políticos y partidos que teniendo la certeza de este tráfico mafioso , manipulan y lo utilizan para presentarse como los grandes salvadores, perdón, como los únicos salvadores, de una sociedad que admite y consiente las colas de la Iglesia de los Capuchinos.